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Actualizado: 22 de junio de 2025


Como él no se quitaba la corona más que al ponerse el gorro de dormir, forzosamente habíaselo arrancado alguien tomándola de la percha donde colgaba la ropa... ¿Quién?...¡Aunque no lo sabía, bastante lo maldijo!... Cierto que el diamante era falso, por no haberse podido encontrar uno verdadero de ese tamaño, y que él no lo ignoraba, cierto... Mas después de usarlo tantos años como verdadero, por verdadero lo sentía.

La rabia surgió terrible en su alma, y sin reparar en lo que hacía, incorporose en el lecho, alargando las manos a la percha para coger su ropa... «Ahora mismo, ahora mismo voy, y con esta zapatilla le aporreo la cara hasta chafarle la nariz... trasto, indecente. ¡Decir eso...!, ¡una mentira tan grande! ¿Pero qué hora es? ¡Si están dando las doce!

Allí alternaban dos pares y medio de guantes descosidos, restos de una conquista, con un tarro de betún y un frasco de agua de Colonia, al cual los vaivenes de la suerte convirtieron en botella de tinta, después de haber sido mucho tiempo alcuza de aceite. De inválida percha pendían una capa, una cartuchera de miliciano , dos chalecos de rayas encarnadas y una faja que parecía soga.

Su mirada se fija en la percha que hay en el muro; sonríe completamente tranquilo: Juan ha dejado su gorra... afuera está lloviendo... el viento es fresco... volverá. Después, Martín llama al tabernero; hace llevar su caballo a la cuadra y manda preparar para su hermano un grog caliente y una cama: «porque, dice con una sonrisa, volverá...»

Sin habérselo formulado jamás, el mancebo reconocía un emblema de su ánimo en aquellos avechuchos que, aun dormidos sobre la percha, lanzaban, a uno y otro lado, picotazos bravíos, soñando en presas imaginarias. En cierto instante, sintió que le tocaban el hombro, y, al volver la cabeza, hallose con una figura que no se había borrado de su memoria.

Todavía en las casas aristocráticas de los lugares suele haber uno como bufón o gracioso, que recuerda, si bien por lo rústico, al lacayo de nuestras antiguas comedias. Este gracioso posee mil habilidades; caza zorzales con silbato y percha, y jilgueros con liga o red, y pesca anguilas metiéndose en los charcos y arroyos, y cogiéndolas con la mano.

El disparate que se le había ocurrido, porque disparate era y de los gordos, fue que debía echarse del lecho muy callandito, buscar a tientas su ropa, vestirse... ir hacia la percha, coger su bata y ponérsela. El mantón, ¿dónde estaba?

La infeliz pensó que el mismo demonio venía a arrebatarla. Dio un grito horrísono y se le cayó la palmatoria de la mano. Cuando la gente de casa acudió yacía en el suelo privada de conocimiento. El mono se balanceaba en lo alto de una percha, revelando en su fisonomía expresiva la sublime indiferencia que caracteriza a los seres no adulterados aún por ideas metafísicas.

De improviso, todo cambió, apareciendo por arte de magia un cuarto vulgarmente amueblado con cama de hierro, sofá de espadaña, dos baúles y una percha clavada en la puerta. Sobre asientos y muebles había muchas ropas adornadas de oropel y talco.

Lo mismo decía el dueño de aquel «surtú» que ha pasado en aquella percha dos inviernos; y la que trajo aquel chal, que lleva aquí dos carnavales; y la... Pepe, te daré lo que quieras; mira, estoy comprometido; ¡no me queda más recurso que tirarme un tiro! Al llegar aquí el diálogo, eché mano de mi bolsillo, diciendo para : no se tirará un tiro por diez y seis pesos un joven de tan buen aspecto.

Palabra del Dia

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