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Actualizado: 10 de mayo de 2025


Mas, cuando uno llega solo, la conversación con el mar y la noble sociedad de aquel gran solitario no dejan de producir cierta tristeza. En las primeras visitas que hacemos á la playa, la impresión que nos causa es poco favorable: la hallamos monótona, agreste, árida. La inusitada grandeza del espectáculo nos hace sentir, por contraste, nuestra debilidad y pequeñez: el corazón se oprime.

ESTE drama, tan excesivamente trágico, carece de todo valer literario, pero se publica aquí para satisfacer la curiosidad de no pocas personas que deseaban verle cuando se representó y no lo consiguieron a causa de la pequeñez del salón que sirvió de teatro.

Nada mas pintoresco y curioso que el conjunto de grupos sociales y de almacenes y tiendas de Gibraltar. Apesar de la confusión en que las gentes hormiguean, cada tipo llama la atención al primer golpe de vista, impresionando vivamente los contrastes á causa de la pequeñez del escenario.

Las mugeres, mejor formadas y mas graciosas que las Chiquiteñas, tienen las caderas y las espaldas anchas, la cintura mas conforme á las proporciones europeas, y unos piés y unas manos admirables por su pequeñez.

Sería capaz don Quijote de darse tono haciendo pensar a su huésped que la había llevado él para obsequiarle. Pero, Gabino, si todos los años ha ido. Nadie puede creer ni pensar semejante cosa. Considera que es la romería más importante del pueblo. Sería muy triste que las chicas no bailasen y se divirtiesen por una pequeñez como ésa. Pues nada, por hoy se suprime el baile. Lo siento mucho.

Ya los hoyuelos de sus mejillas cuando sonríe, ya la blancura sonrosada de la tez, ya la forma recta de la nariz, ya la pequeñez de la oreja, ya la suavidad de contornos y admirable modelado de la garganta.

Por fortuna, la excesiva pequeñez de los silfos y su agilidad portentosa los salvan de tales monstruos. Claro está que lo infinito es siempre lo infinito, así en la mente de un silfo como en la mente de un hombre.

Todo se acabó, cuando abrí los ojos y advertí mi pequeñez, asociada con la magnitud de los desastres a que había asistido. Pero ¡cosa singular!, despierto, sentí también cañonazos; sentí el espantoso rumor de la refriega, y gritos que anunciaban una gran actividad en la tripulación.

La turbia claridad que bajaba de las nubes alumbraba apenas el libro. Ramiro leía por tercera vez el mismo pasaje de «La vanidad del mundo»: «Si fingiéramos que la tierra estuviese en el cielo estrellado y la tornase Dios clara como una de las estrellas, no se podría de acá abajo divisar por su pequeñez.

Por fortuna, don Álvaro sabía perfectamente manejar este resorte: era él capaz de despreciar, llegado el caso, al mismo sol del medio día si se oponía a sus pasiones. «Todo era preocupación, pequeñez de ánimo.... Pero, ¿tenía él derecho para que Ana siguiera sus ideas y despreciase las maliciosas y groseras aprensiones del vulgo?

Palabra del Dia

bagani

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