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Luego, con la frase entrecortada por el llanto: Ya no eres, no, el hijo aquel de mis entrañas que caminaba tan radioso por el camino de la humildad y la penitencia, y que ofreció desde niño su vida al Señor, ¡aquel mi Ramiro!... ¡aquel mi mancebillo santo! Con estas palabras ocultó de nuevo el rostro entre las manos, sin levantarse.

Doña Blanca, aunque sin precipitar sus palabras, mostrando ya, en lo trémulo de la voz y en el brillo de los ojos, viva y dolorosa emoción mal reprimida, habló luego así: Todo lo sabe V. y me alegro. Quizás hice mal en no decírselo yo misma la vez primera que me arrodillé ante V. en el tribunal de la penitencia.

Arrodillada en medio de aquel solitario templo vimos á una guapísima peregrina, demasiado hermosa, limpia y elegante para penitente, ó, cuando menos, para excitar ideas de penitencia. Y es cuanto recuerdo de la mejor casa que los Jesuítas tuvieron en España. Esta frase no me pertenece: se la al ya difunto Padre Manrique.

Enseñábale este las preciosidades de esta casa de penitencia, quando se esparció la voz de que traía comision de hacer reformas. Al punto le diéron memoriales de cada una, que todos en sustancia venian á decir: Conservadnos á nosotros, y suprimid todos los demas.

Y aunque parecía imposible que la señora fuese capaz de sostener una conversación seria, sin exaltaciones y mudanzas, sin giros insensatos ni absurdas interpretaciones, ello fué cierto que Fernando la sometió a esta penitencia y que empleó en tal empeño toda la fuerza moral con que dominaba a su madre.

Si he pecado escribiendo más, sin intención ha sido, pero sin embargo, espero la penitencia, para cumplirla, que vuecencia ilustrísima se digne imponerme como padre espiritual y sacerdote, y por otra parte he escrito la carta para mi tío que vuecencia ilustrísima me manda escribir en la suya, y en la cual carta desvanezco completamente las dudas de mi tío acerca de los deslices de su hija y de la enemistad de Quevedo.

Yo estoy segurísimo de que Rafaela se ha arrepentido después, ha llorado como una Magdalena, ha confesado su culpa, ha hecho penitencia y propósito de la enmienda; pero recelo que ha reincidido más tarde con lastimosa flaqueza.

En ese instante, hacia la derecha del mancebo, un desconocido, con galas de soldado, exclamó, reteniendo a un lacayo por el gregüesco: ¡Ea, seor Antoñico, no nos alargue la penitencia y arrímenos por piedad otro plato de bódigos y unos vidriecicos del San Martín, que fenecemos!

5 El loco en la penitencia y tirano más impropio, de un ingenio de esta corte. 6 Contra su suerte ninguno, de Jerónimo Malo de Molina. 7 Vencerse es mayor valor, de los Figueroas. 8 El más ilustre francés, San Bernardo, de D. Agustín Moreto. 9 El escándalo de Grecia contra las santas imágenes, de D. Pedro Calderón. 10 No se pierden las finezas, de D. Andrés de Baeza.

Mucho hay que afanarse, mucha purificación se necesita, mucha penitencia se requiere, para empezar a estar bien con Dios y a gozar de sus regalos. Hasta en las vanas y falsas filosofías, que tienen algo de místico, no hay don ni favor sobrenatural, sin poderoso esfuerzo y costoso sacrificio.