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Actualizado: 24 de junio de 2025
A lo que el paje respondió: -De que el señor Sancho Panza sea gobernador, no hay que dudar en ello; de que sea ínsula o no la que gobierna, en eso no me entremeto, pero basta que sea un lugar de más de mil vecinos; y, en cuanto a lo de las bellotas, digo que mi señora la duquesa es tan llana y tan humilde, que no -decía él- enviar a pedir bellotas a una labradora, pero que le acontecía enviar a pedir un peine prestado a una vecina suya.
Fué a su cama, le sacudió y le dijo: Príncipe, despierta, yo soy tu esposa. He gastado los zapatos de hierro según me has pedido. Ahora te he encontrado; pero si no me reconoces te casarán con otra. 175 Pero él no despertó y al día siguiente la sacaron de allí y ella se fue otra vez al jardín. Sacó su peine de oro y se peinó.
Los unos respiran por unas laminillas que corren alrededor de su pie, otros por una especie de peine: los hay que por un disco, un broquel; otros por hilitos prolongados. Algunos poseen al costado lindos penachos ó sobre el lomo un gracioso arbolillo que se mueve, adelanta, retrocede, respira.
Y luego, ya despiertas, hablan y sacan por la abertura del brial sendas faltriqueras de pana. De estos bolsillos, una de las viejas extrae una enorme y luciente llave, y la otra, otra llave disforme y un peine amarillento. Luego, vueltos llave y peine a los senos profundos de las bolsas, las dos viejas charlan de sus tráfagos y negocios.
En esto, les sirvió de peine unas manos, que si los pies en el agua habían parecido pedazos de cristal, las manos en los cabellos semejaban pedazos de apretada nieve; todo lo cual, en más admiración y en más deseo de saber quién era ponía a los tres que la miraban.
Puedes hacer rabiar al chico de Santa Cruz, porque en cuanto te vea hecha una persona decente se ha de ir a ti como el gato a la carne. Créetelo porque te lo digo yo. Quita, quita; si él no se acuerda ya ni del santo de mi nombre. Paices boba, ¿qué apuestas a que en cuanto te echen el Sacramento, pierde pie...? No conoces tú el peine. Verás cómo no pasa eso. ¿Qué apuestas?
Cogióle la razón de la boca Sancho, y prosiguió diciendo: ¡No, sino lléguense a hacer burla del mostrenco, que así lo sufriré como ahora es de noche! Traigan aquí un peine, o lo que quisieren, y almohácenme estas barbas, y si sacaren dellas cosa que ofenda a la limpieza, que me trasquilen a cruces.
Unos ojos grandes, húmedos y ligeramente oblicuos; una dentadura fuerte y deslumbrante entre los labios gruesos de rosa obscuro; una carne pomposa y pálida, y una cabellera exuberante, negra y con tendencia á rizarse apenas la abandonaba el peine, eran los componentes principales de su belleza.
Vista "de lejos", á través de los azulados vapores, de la atmósfera, la arista de granito parece uniforme; los montañeses, que emplean comparaciones prácticas y casi groseras, le llaman el peine; aseméjase, en efecto, á una hilera de agudas púas colocadas con regularidad.
El mancebo echó, al pronto, una mirada a sus vestidos, estirose las calzas, apretose las agujetas del jubón, pidió a su madre una lechuguilla fresca; y luego, un espejo, un peine y un bote de unto para aderezarse el cabello. Hizo esto último con visible complacencia, hermoseando la expresión ante su propia imagen. Faltábale alguna joya.
Palabra del Dia
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