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Actualizado: 26 de mayo de 2025


Es que aquí, Gambetta por solo, es un espectáculo, y todos los extranjeros de distinción que llegan a París, obtienen tarjetas de sus ministros respectivos, se instalan en la tribuna diplomática y se hacen insoportables por sus preguntas en inglés, alemán, turco, italiano o griego, sobre quién es el que habla, si Gambetta hablará, cuál es Paul de Cassagnac, cuál Clemenceau, dónde está Ferry, por qué se ríen, cuál es la derecha, etc., etc.

Cuando la sociedad ha arrojado lejos de ella por una severa condena á un hombre indigno, no es el momento de irle á buscar para hacerle caricias y glorificarle. Yo no soy más que un hombre y no un san Vicente de Paul. Y por otra parte, ¿obraron de otro modo Tragomer y Marenval? El desgraciado Jacobo fué un paria para ellos como para todos los que le conocían.

Talento sólido y bien nutrido, sagaz observador y pintor felicísimo de costumbres, Andrés Ruigomez hubiera alcanzado en Francia, con aliento para sus primeros pasos y recompensa para sus primeros merecimientos, una reputacion no menor que la de Paul de Kock, á quien vence en la profundidad de las ideas y no cede en la fuerza del chiste.

San Vicente de Paul, con su elegante y airoso pórtico de columnas, sus dos torres, y su cuerpo principal tan gallardo, llama tambien la atencion del que busca el arte y el gusto monumental: el interior es severo y religioso. La Santa Capilla, tocando con el Palacio de Justicia, es un prodigio de arte: de formas airosas y orientales, de pureza de líneas, de severidad arquitectural.

Domingo triste... En mi cuartito de fonda, cuya ventana da a las murallas árabes, procuro distraerme encendiendo cigarrillos... Toda la biblioteca de la hospedería ha sido puesta a mi disposición; entre una historia muy detallada del censo de la población y algunas novelas de Paul de Kock, encuentro un tomo descabalado de Montaigne... Abro el libro por donde él quiere abrirse, y vuelvo a leer la admirable carta en que describe el autor la muerte de La Boétie... Heme aquí tan meditabundo y sombrío como jamás lo estuve... Caen algunas gotas de lluvia.

Me parece que veo al sacerdote, venerable anciano de aspecto dulcísimo como San Vicente de Paul, que, seguido de los acólitos que vestían mantos nuevos y sobrepellices limpias, descendía, trayendo en una mano áureo copón, y en la otra la Forma Inmaculada.

El más lamentable era Paul Verlaine, vagabundeando por las zahurdas del París nocturno, borracho de ajenjo. El poeta de La cabeza de fauno se sentaba junto a un vaso del glauco veneno con una hoja de papel. A veces garrapateaba algunos versos, musitando palabras confusas, o bien arrojaba la pluma con rabia, se retorcía las manos o las agitaba en el aire, con estremecimientos de epilepsia.

La Regenta, sin entrar jamás en estos conciliábulos, los perdonaba como falta leve, «que ella, cargada de otras más graves, no tenía derecho a censurar». Don Fermín y Ana se veían todos los días; en el caserón de los Ozores, unas veces, otras en el Catecismo, en la catedral, en San Vicente de Paúl, y más a menudo en casa de doña Petronila.

Sobre todo lo que acaeció en la primera noche de novios, verdadero o inventado, era muy gracioso y digno de figurar en una novela de Paul de Kok. Durante el matrimonio esta virtud de la castidad templose un poco. Casi parece excusado decirlo. Mas luego que quedó viuda volvió a exacerbarse de modo notable. Sobre todo, en los últimos años adquirió aspecto de locura.

Una tarde, los amigos que me acompañaban en mis paseos me enseñaron la casa de Thiers, el gran historiador, y también me llevaron al café donde, por invierno, solía ir a tomarse su copa de cerveza Paul de Kock. ¿El de las novelas para reír? Tiene gracia; pero sus indecencias y porquerías me fastidian. También vi la zapatería donde le hacían las botas a Octavio Feuillet.

Palabra del Dia

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