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Actualizado: 16 de mayo de 2025
En los puertos del Trópico, los tripulantes, hastiados de bananas, piñas y aguacates, saludaban con entusiasmo la aparición de la gran sartén de arroz con bacalao y patatas ó de la cazuela de arroz al horno, con la dorada costra perforada por la cara roja de los garbanzos y el lomo negro de las morcillas.
»Conozco demasiado, mis queridos amigos, el afecto que profesáis a vuestra hermana, para no estar persuadida de que negaréis como yo, desde hoy, y para siempre, vuestro consentimiento a esa unión funesta e irracional. »Vuestra hermana que os querrá siempre, »Juana Hellinger. »P. S. ¿La cosecha es buena por allá? Aquí el centeno de invierno ha dado, pero las patatas sufren mucho de la enfermedad.»
El buen señor, al sentir ciertos desfallecimientos del estómago, incluía generosamente en su necesidad a todos los muchachos. Unas veces era carnero con judías, guisado en la taberna cercana; otras, una cazuela enorme de bacalao con patatas, que a Maltrana le parecía esplendorosa como un astro entre las nubes de periódicos que llenaban la mesa y bajo la fría luz de las bombillas eléctricas.
Al parecer se gastó en ellas el único dinero que había en casa, porque me acuerdo bien que un martes á la hora en que yo solía ir al monte con la comida, me dijo mi madre: «No tengo que mandar á tu padre; el tabernero no quiso fiarme el pan ni darme un poco de manteca para componer las patatas. Díle que si tiene algunos cuartos te los dé.
Además tenía la fea costumbre de servirse primero siempre y servirse lo mejor. No pocas veces le quedó sólo al paisano la salsa y algunas patatas del escaso guisado de carne que doña Mónica les ofrecía. Barragán era hombre sobrio y no se enfadaba demasiado por estas impertinencias. Solía vengarse de ellas en el queso, con harto sentimiento de aquella señora.
Este que era un hombrecillo, flaco, rasurado, de aspecto tímido e inofensivo, empleado en el Tribunal de Cuentas, guardaba bajo capa de cordero un corazón de lobo. Jamás se vio un nombre más exigente para las patatas fritas y el chocolate. Doña Mónica temblaba en su presencia como la hoja de un árbol.
Curioso espectáculo en verdad el que ofrecía Chinto, descolorido, flaco, casi harapiento, cuidando de aquella mujer que no era su madre, que siempre le había tratado con dureza; y mientras él mondaba las patatas para el caldo del día siguiente, o mullía el jergón de la impedida, Amparo regresaba, a la plateada luz de la luna de verano, que prolongaba sobre la carretera de la Olmeda la sombra de los majestuosos árboles, de alguna cita en lugares escondidos, en los solitarios huertos, o en el desierto camino del cerro de Aguasanta.
Lo que tampoco hay en aquel valle son patatas; pero, en cambio, se cosechan abundantes en el de Promisiones, el valle de mi abuela paterna y aguas arriba del Nansa, donde no se da el maíz, que es la principal cosecha de Tablanca, por lo cual estos dos valles, separados entre sí por cuatro horas de camino a buen andar, están en frecuente trato para cambiar aquellos importantes frutos de la tierra.
Siempre, y renegando de su origen, ha sido enemiga de la libertad y de la democracia. ¡La libertad! ¡la libertad! ¿y para qué sirve? Y ¿qué es la democracia? el permitir que manden los pillos. ¡La democracia! ¿Cuántas libras de patatas se compran con eso?
Algunas veces, entre patatas deshechas hemos encontrado esas cositas negras como carbón que llaman trufas, y que los señores pagan como si fuesen de oro. Así está el chiquillo que me sirve: colorado y gordote como un arcipreste. No se le puede pellizcar en salva sea la parte, de duro que está, y cuando le tomé, traía más hambre que un lobo... Yo tengo muy buenos parroquianos, Isidrín.
Palabra del Dia
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