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Actualizado: 20 de julio de 2025


Entre tanto atravesaba el golfo un pequeño bote lleno de banderolas, que venia de Algecíras á Gibraltar, trayendo á bordo una numerosa banda de paseantes alegres entre los cuales habia como cinco ó seis músicos. Sus sonatas eran de un efecto encantador en el fondo de aquel golfo murmurante rodeado de preciosos paisajes.

Si ademas de los mil grupos diferentes que componen la fisonomía social quereis fijaros en algunos incidentes que la caracterizan, observad el movimiento en cada estanco de tabaco y en cada tienda de licores; oid los gritos de los innumerables vendedores de billetes de lotería, corredores de la corrupcion explotada en beneficio del Fisco; contemplad á los paseantes ociosos, y en todas partes hallareis algo de original y especialísimo de España.

Arriba, en la cubierta, sólo quedaban los paseantes tenaces, y en el café los jugadores de poker, para los cuáles no había músicas ni bailes que pudiesen alejarlos del tapete verde. La familia italiana rodeaba a su prelado, empujándolo cariñosamente. ¡Ánimo, ilustrísima! Debía descender al salón para echar un vistazo a la fiesta y lucir la cruz de oro.

De todos los puntos de España afluyen los extranjeros, los meros paseantes y los especuladores ó tratantes, á divertirse, curiosear ó negociar en la gran ciudad andaluza.

Por la parte exterior se deslizaban de ventana en ventana los bustos de unos paseantes, siempre los mismos, ocultándose para volver a aparecer con regularidad casi mecánica; como si se moviesen en un espacio reducido, con los pasos contados.

Plácido, esperando que le hablase, no decía una sola palabra y se distraía mirando hácia los muchos paseantes que aprovechaban la claridad de la luna.

Por todo el malecon del formidable dique de defensa, en una extension como de un kilómetro, hormiguea un enjambre de paseantes, de curiosos de todas las naciones, entretenidos con los encantos del espectáculo ó los goces de la conversacion.

En mitad de una peroración entusiasta callaba, inclinándose ante el armónium, y las melodías del instrumento llenaban el cuarto, descendiendo por la escalera hasta llegar a los paseantes del claustro como un eco lejano. De repente, cesaba de tocar en el pasaje más interesante y reanudaba su charla, como temiendo que en su continua distracción se le evaporasen las ideas.

Entre los paseantes que la pureza del cielo había traído á las Tullerías, hacia el mediodía, y que contemplaban las primeras sonrisas de la primavera juguetear sobre la faz de mármol de los silvanos, se notaba un hombre joven, de un porte irreprochable, que parecía estudiar con extraordinaria solicitud el despertar de la Naturaleza.

La Alameda fué durante el siglo XVII, el lugar más concurrido de Sevilla por los paseantes y sitio predilecto de damas y galanes que allí acudían á entregarse á sus amorosas expansiones, y con razón ha dicho un escritor ilustre que era aquel «el terreno de la belleza y el lujo, y el teatro del trato ameno y conciertos amorosos».

Palabra del Dia

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