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Actualizado: 14 de mayo de 2025


El grande hombre de los «colorados», el doctor Sepúlveda, vivía tranquilamente en Buenos Aires, esperando el momento de regenerar su provincia. Mientras tanto, los partidarios del doctor hacían toda clase de esfuerzos para lograr su triunfo: revoluciones de día, revoluciones de noche; sublevaciones en la ciudad, sublevaciones en el campo.

Uno de los más ciegos partidarios del último creyó, pues, que los sonetos satíricos citados eran de la misma pluma, y replicó con un libelo tan sandio como mal intencionado contra el autor de Don Quijote.

La guerra de sucesión, tan funesta para España, hizo, como sucede en casos tales, multitud de víctimas fuera de los campos de batalla, y más en aquella en que el número de partidarios de la causa del archiduque de Austria era en un principio mayor que el de los Borbones.

Entre los hombres envilecidos que el gobierno femenil empleaba como máquinas de trabajo eran muchos los que habían abierto sus ojos á la verdad, pero lo disimulaban fingiendo seguir en su antiguo embrutecimiento. Ra-Ra contaba con el auxilio de muchos partidarios, que se encargaban de mantenerle oculto.

Cuando llegaba, quebrantado, a una ciudad en fiesta, con las calles engalanadas con banderolas y arcos, sufría el tormento de la adoración entusiástica. Los aficionados partidarios de su nombre le esperaban en la estación y le acompañaban hasta el hotel.

Tenía fe incontrastable en el progreso moderno, y echaba mano de los inventos realizados continuamente por la industria humana para combatir los argumentos deleznables, y pulverizarlos, de sus constantes enemigos los partidarios de la tradición, entre los cuales no era el menos empedernido y molesto su mujer.

A él concurrían no solamente los banqueros, los secretarios generales y los consejeros de Estado, sino hasta duques y príncipes, diputados y prefectos, y los senadores más partidarios del poder temporal del Papa; sólo faltaban los prelados. Veíanse en él ministros casados, y hasta los más casados de todos los ministros.

¡Le tiene asco al toro! ¡Le ha tomado miedo!... Y hasta los más fervorosos partidarios de Gallardo callaban avergonzados, no pudiendo explicarse este suceso nunca visto. La gente parecía gozarse en su terror, con la valentía intransigente del que se halla en lugar seguro.

Aquí no se ha cambiado de cadáver desde hace muchísimos años, y el duelo está perdiendo prestigio. Vean ustedes las estadísticas de accidentes del trabajo y observarán que la industria corchotaponera produce más víctimas que el duelo. ¿Qué se discute en España entre los partidarios del desafío y sus antipartidarios?

No digo en los partidarios de Rosas: en los mazorqueros mismos hay, bajo las exterioridades del crimen, virtudes que un día deberían premiarse. Millares de vidas han sido salvadas por los avisos que los mazorqueros daban secretamente a las víctimas que la orden recibida les mandaba inmolar.

Palabra del Dia

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