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Actualizado: 28 de julio de 2025
Al ver a aquellas gentes que hacían sonreír a los mallorquines como si fuesen extranjeros, Jaime sonrió también, mirando con interés sus trajes y figuras. Eran, indudablemente, un padre con su hija y su hijo. El campesino calzaba alpargatas blancas, sobre las que caía la ancha campana de un pantalón de pana azul.
Salir a la puerta es asomarse, un poco indeciso, un poco hastiado, mirar al cielo, escupir, saludar a un transeúnte, auparse el pantalón... y volverse adentro, hasta otra media hora, en que volver a salir, también cansado, también indeciso, a escudriñar la monotonía del cielo y la soledad de la calle.
El viejo y el niño iban vestidos lo mismo, pantalón de lienzo blanco, una almilla rayada ceñida al cuerpo, zapatillas y cinturón de lona. Este ligerísimo traje era el más a propósito para hacer gimnasia, sobre todo en las horas calurosas del mes de julio.
En efecto, el joven, con la mayor premura, levantó la ropa de la cama de un solo golpe, echó el brazo fuera y trató de alcanzar el pantalón que yacía sobre una silla; pero aunque le faltaba poquísimo espacio, no pudo conseguirlo. Ó el brazo era muy corto, ó la silla estaba demasiado lejos. De todas suertes, el joven no había podido prever este contratiempo.
En ese caso, apresúrese; aquí la aguardo. Aseguro a ustedes que Judit no tardó mucho en desnudarse; en la precipitación rompió su vestido de gasa y su pantalón de seda, y la señora Bonnivet, que, como todas las madres y tías de teatro, servíala de doncella, apenas si pudo seguirla por la escalera, llevando el abrigo que su sobrina había olvidado.
Para los domingos tenía un pantalón azul, más bien recortado que corto, unas botas usadas, de segunda mano, o mejor, de segundos pies, y una camisola que su madre cuidaba de planchar el sábado.
Pero en aquel momento un joven alto, de nariz abultada y bermeja, vestido decentemente con pantalón y chaqueta negros, bufanda al cuello, negra también, y ancho sombrero de paño, también negro, los abocó, preguntando al viajero: ¿Sería usted, por casualidad, el sobrino del señor cura de Riofrío? Servidor.
Oiga, don Inglés. Vamos á hacer una prueba. Había sacado de un bolsillo de su pantalón una pistola de dos cañones de enorme calibre.
No había muelle; del barco a una lancha, y de la lancha a una carreta hundida en el agua hasta el eje, que le arrastraba a uno a las costas de la orilla. Catorce reales me llevaron por desembarcar, y entré en Buenos Aires con peseta y media y un pantalón viejo que no lo hubiese querido un pobre... Luego pasaron muchos años sin que nos viésemos mi amigo y yo.
Mi amigo quería hacerse un pantalón, y le llevé a casa de mi sastre.
Palabra del Dia
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