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Actualizado: 4 de julio de 2025
Imagine ahora el lector el afán, el asombro, las palpitaciones de gozo y el raro deleite con que leería Poldy la carta, que también venía en rollo y que estaba concebida en estos términos: VIII «Me repugna y hallo difícil escribir cartas dando tratamiento a quien las dirijo, y así, adopto la antigua costumbre de los orientales.
Entonces se deslizó hasta la puerta de escape que la alcoba tenía en el pasillo y volvió a poner el oído. Al cabo de un momento pudo oír una respiración igual y serena. Un vivo estremecimiento corrió por todo su cuerpo al percibirla. Sintió un nudo en la garganta, pero un nudo de fuego: el corazón quería saltarle del pecho: apoyó las manos sobre él para apagar el ruido de las palpitaciones.
Este metal en polvo fué empleado por los árabes, en el siglo VIII, en la melancolía; se le ha ensalzado despues como utilísimo en la misma dolencia, en la debilidad del corazon, en la ambliopia amaurótica, la disnea, las palpitaciones, la fetidez del aliento, la alopecia, y recientemente, en la melancolía elevada hasta el suicidio, y en otras afecciones que los efectos producidos por el oro en el hombre sano han hecho apreciar mejor.
El pulso lento, pausado y pequeño, en la fiebre gástrico-nerviosa; cuando las fuerzas vitales están como aniquiladas, las orinas escasas y oscuras; que hay vértigos y desvanecimientos con accesos de palpitaciones irregulares y tumultuosas, reclaman igualmente á la digital.
Creemos que este medicamento es útil en los desórdenes funcionales del corazon; en las palpitaciones llamadas nerviosas, y que quizá reconocen por causa una hiperemia y aun una hinchazon mas bien edematosa y subirritativa de la mucosa cardíaca y vascular.
Pecho contra pecho, sus cabellos ruedan como una onda sobre el cuello de Juan, y su respiración tibia le acaricia el rostro. ¡Adelante, adelante, cada vez más lejos, aunque las fuerzas le falten, hasta el fin del mundo!... Siente palpitaciones violentas, un velo rojizo se extiende delante de sus ojos, le parece que va a caerse y a entregar el alma. ¡No importa!... ¡más lejos, más lejos siempre!
Era una pieza estrecha y larga, que aún parecía más grande por lo denso de la atmósfera y la escasez de luz. En el fondo estaba el hogar, en el que ardía una lumbre de boñiga seca, despidiendo un olor infecto. Un candil marcaba su llama como una lágrima roja y titilante en este ambiente nebuloso. El resto de la pieza, completamente a oscuras, tenía en sus tinieblas palpitaciones de vida.
Todo su cuerpo inclinado hacia atrás obedecía a palpitaciones irresistibles, y cada inspiración de su pecho comunicándose de su asiento a mi brazo me imprimía un movimiento convulsivo en todo parecido al de mi propia vida.
Su rigidez no dejaba adivinar con palpitaciones materiales el agua abrasadora, el vapor asfixiante, el fuego anonadador, a los que bastaba el más leve escape para atraer la catástrofe y la muerte. Las fuerzas ciegas y crueles estaban domadas, canalizadas, sumisas, dúctiles, se transformaban en silencio; realizaban sus transmutaciones de vida con religioso quietismo.
Temblaba el suelo á lo lejos con blancas palpitaciones, semejantes al aleteo de una banda de mariposas posada en los surcos. Sobre unos campos, el enjambre era denso; en otros, formaba pequeños grupos. Al aproximarse el vehículo, las blancas mariposas se animaban con nuevos colores.
Palabra del Dia
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