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Actualizado: 12 de julio de 2025
Largo rato continuaron en acecho los ingleses y vieron que algunos grupos de nobles castellanos, montando sus hermosos corceles y seguidos de pajes que llevaban halcones y azores adiestrados, se preparaban á entregarse á su ejercicio favorito de la caza. Á su lado corrían y saltaban grandes lebreles.
Tenía un coche sin caballos a la puerta. Díjeles que aquella era y que allí estaba ella y el coche y dueño para servirlas. Nombréme don Álvaro de Córdoba y entréme por la puerta delante de sus ojos. Y acuérdome que cuando salimos de la tienda llamé uno de los pajes, con gran autoridad con la mano. Dijo que no; y con tanto, acomodé los criados ajenos como buen caballero.
Entrose en el templo doña Guiomar, sus criados con ella, y tras ellos Cervantes, que amparándose de los altos pilares que las soberbias naves de aquella sin par catedral sustentan, fue adelantando del uno en el otro hasta que llegó a un punto donde pudo ver sin ser visto a doña Guiomar, que en la capilla de San Fernando habíase metido y arrodilládose sobre la alfombrilla y el cojín que la habían puesto sus pajes.
Capítulo XLVII. Donde se prosigue cómo se portaba Sancho Panza en su gobierno Cuenta la historia que desde el juzgado llevaron a Sancho Panza a un suntuoso palacio, adonde en una gran sala estaba puesta una real y limpísima mesa; y, así como Sancho entró en la sala, sonaron chirimías, y salieron cuatro pajes a darle aguamanos, que Sancho recibió con mucha gravedad.
Seguíanla dos pajes, el uno de los cuales llevaba una rica silla de tijera y el otro un cojín de terciopelo con rapacejos de oro debajo del un brazo, y terciada en el otro una rica alfombrilla. Por último, cuatro lacayos bigotudos, con sendos espadones al cinto, la servían.
Que lo último ocurriera no era raro por ser incumbencia de los pajes, muchachos de pocos años, la vela, y cuando no se dejaban vencer del sueño, buenas sacudidas daban al instrumento porque la arena corriera y se acabara más presto su guardia. Cantaban al punto un estribillo de que Eugenio de Salazar nos ha conservado memoria, y se picaba la hora en la campana .
¿Por qué cantará así mi madre, siempre que mi padre pasa alguna noche fuera de la casa? decía Inés rebujándose en sus sábanas . ¡Ay, si yo pudiera avisarle! pero le ha tocado hoy de servicio, y no se puede mover de la portería de pajes. La niña se durmió sonriendo, como sonríe una virgen á su primer amor, á su único amor puro.
¡Ah! ¡También el buen Montiño! Lo merece por haber inventado el extraño guiso de cuernos de venado que sirve con mucha frecuencia al rey. Contadme, contadme eso, hermano. ¡Enredo más enmarañado! ¡Y no sé, no sé cómo se ha atrevido, porque su difunta esposa...! La maestra de los pajes... ¡Y qué oronda y qué fresca que era! ¡Y qué aficionada á los buenos bocados!
Entonces érais paje del rey, y no había paje que no conociese á Verónica. ¿Pero estáis loco, Montiño? Ahora no se trata de pajes: es más... algo... más gordo. Ved allí por donde asoma el sargento mayor don Juan de Guzmán dijo Quevedo. ¡Oh! pues vámonos de aquí, porque si no no respondo de mí mismo. Y el cocinero se levantó.
Arnaldo Barceló Domero, que fue en la Catedral y ahora Maestro de Pajes en el Palacio del Sr. Obispo. A Rafael José Cortés de Augustín, alias Filoa. El Doctor Antonio Vives, Rector de Felanitx. El Dr. Juan Bautista Bonafé, de S. Eulalia. El P. P. F. Bernardo Arades de S. Domingo. El P. P. F. Tomás Maltés, Carmelitano. A Ana Martí, Viuda de Augustín Salvador Cortés.
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