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Actualizado: 22 de mayo de 2025


«¿Ha venido el señoritopreguntó a su criada, y como esta le contestara que no, frunció los labios en señal de impaciencia. El desasosiego y la ira habrían llegado qué yo a dónde, si no se desahogaran un poco sobre la inocente cabeza de Papitos, y se dice la cabeza, porque esta fue lo que más padeció en aquel achuchón.

Salió sola de casa, llegó al Campo de la Bolera, salvó el puente de madera echado sobre el riachuelo y comenzó á ascender lentamente el sendero de la montaña. Su fisonomía serena, impasible no denotaba la agitación que en su alma reinaba. Jamás había soñado en tomar la resolución que ahora estaba realizando. Cuando aquel bandido la engañó, su orgullo padeció aún más que el corazón.

El rey, sin embargo, padeció tanto o más que el patriarca de Oriente. Su fe y su esperanza le sostuvieron. Bien puede asegurarse que el rey creyó que tanto tormento fue prueba y no castigo: no anticipado infierno o purgatorio, sino crisol candente del oro de sus virtudes.

No es ponderable lo que padeció la infeliz mujer, mientras estuvo a su cargo Marisalada. Por parte de esta no cesaron las burlas ni las rebeldías, ni por parte de la maestra los sermones sin provecho y las exhortaciones sin fruto. Dos ocurrencias agotaron la paciencia de señá Rosa, con tanta más razón, cuanto que no era en ella virtud innata, sino trabajosamente adquirida.

Descalzóse el P. Caballero y empezó á pasarla, y tras él los indios, y á la verdad lo que padeció en aquel paso ninguno lo puede decir mejor que él mismo que lo experimentó.

La murmuracion y la envidia empezó á sentirse en palacio, y por consiguiente no duró mucho sin que se divulgase este acontecimiento, de tal manera, que con la mayor rapidez vino la noticia á España, y al momento se enteraron las personas reales. ¿Será posible esplicar lo que padeció Doña Juana al ser sabedora de esta noticia?

El primer restaurador de la literatura española, después del renacimiento de las ciencias i artes en Europa, fué el primer sabio que padeció bajo el poder de la Inquisicion.

11 Porque los cuerpos de aquellos animales, la sangre de los cuales es metida por el pecado en el Santuario por el Sumo Sacerdote, son quemados fuera del campamento. 12 Por lo cual también Jesús, para santificar al pueblo por su propia sangre, padeció fuera de la puerta. 13 Salgamos pues a él fuera del campamento, llevando su vituperio.

17 Por lo cual, debía hacerse en todo semejante a los hermanos, ser hecho misericordioso y fiel Sumo sacerdote en lo que es para con Dios, para expiar los pecados del pueblo; 18 porque en cuanto él mismo padeció y fue tentado, es poderoso para socorrer también a los que son tentados.

5 Mas él, sacudiendo la bestia en el fuego, ningún mal padeció. 7 En aquellos lugares había heredades de un principal de la isla, llamado Publio, el cual nos recibió y hospedó tres días humanamente. 8 Y aconteció que el padre de Publio estaba en cama, enfermo de fiebres y de disentería; al cual Pablo entró, y después de haber orado, le puso las manos encima, y le sanó;

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