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Honradas esposas, dijo una dama de cincuenta años, de facciones duras, voy á deciros lo que pienso. Redundaría en beneficio público si nosotras, las mujeres de edad madura, de buena reputación, y miembros de una iglesia, tomásemos por nuestra cuenta la manera de tratar á malhechoras como la tal Ester Prynne. ¿Qué pensáis, comadres?

El secretario del colegio comenzó a leer entonces los nombres de los alumnos premiados: levantábanse estos ruborosos y aturdidos por el miedo a la exhibición y la embriaguez del triunfo; iban a recibir la medalla y el diploma de manos del arzobispo, entre los aplausos de los compañeros, los sones de la música y los bravos del público, y volvían presurosos a sus sitios, buscando con la vista en los ojos de sus padres y de sus madres la mirada de inmenso cariño y orgullo legítimo, que era para ellos complemento del triunfo.

El aplauso y protección de las esferas oficiales ya hemos visto también que buscó de preferencia otras frentes para colocar en ellas sus coronas. El poeta habrá conocido en la última época de su vida la amarga sensación de sobrevivirse, de quedar rezagado en la marcha del gusto público de su tiempo.

El resultado de los manifiestos al público es contraproducente, ó cuando menos nulo, en estos dos principales casos: primero, cuando el manifestante no tiene razón ó el público no quiere que la tenga; y segundo, cuando el manifestante tiene malas explicaderas, ó el público tiene entendederas no mejores.

Es decir que el público es nadie, y que tenemos que aguantar... Pero señora, es que... ¡No me diga usted, no me diga!... ¡Todo es porque el ministro no se incomode!... ¡Cuidado, no se vaya a mancar firmando! Pero señora, si es que...

Se expresaba con vehemencia, moviendo instintivamente los brazos, como hombre habituado de larga fecha a hablar en público, ardiendo con la llama del proselitismo.

El asesino, el asesino, ¿dónde está? gritó el concejal dándose gran importancia, y brujuleando en la muchedumbre con fieros ojos . Guardias, busquen ustedes al criminal... ¡Qué País!... Pero guardias..., los del Orden Público, ¿dónde están?». Pero ya la Guardia Civil había comenzado sus pesquisas.

Llevaba una hora de pie, mirando hacia la ciudad, espiando las amplias avenidas que alcanzaba á ver entre los aleros, y en las cuales hormigueaba un público continuamente renovado, cuando sintió con insistencia un cosquilleo en uno de sus tobillos.

El público y el orador tienden á fascinarse mutuamente. El primero mira y oye: no sabemos lo que es más terrible, si la mirada ó el oído. Las miles de pupilas dan vértigo. La atención de tanta gente dirigida á una sola voz confunde y anonada. El orador, por su parte, ve y oye: ve la serenidad anhelante ó desdeñosa, y oye toser.

El padre de Beethoven quería hacer de él una maravilla, y le enseñó a fuerza de porrazos y penitencias tanta música, que a los trece años el niño tocaba en público y había compuesto tres sonatas. Pero hasta los veintiuno no empezó a producir sus obras sublimes.