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Actualizado: 27 de mayo de 2025
Hablaba inglés y alemán, lo que le proporcionaba cierto prestigio misterioso, indiscutible, y cada vez que su partido era llamado al poder, su nombre figuraba el primero en la lista de ministros. Nadie osaba disputarle la dirección de las relaciones diplomáticas. Jamás se había sorprendido la más pequeña mota en su levita ni el más leve rastro de idea propia en sus palabras.
Antero era un joven de carácter franco y fisonomía simpática, locuaz, ilustrado, arrogante. Se había recibido de licenciado en Derecho hacía pocos años. No diremos que se creyese un genio, pero sí estaba seguro de que podía competir con los jóvenes más distinguidos de la provincia. En cuanto á su valle natal, ningún otro osaba hablar de política y literatura delante de él.
No puedo permitir que, viéndole á usted metido allá á todas horas, supongan... Casi se arrepintió de sus palabras al notar el doble efecto que producían en el joven. Primeramente se indignó. ¿Había quien osaba murmurar de aquella gran señora, tan santa para él?
Alentado con este éxito, siempre que ella traía el cabello peinado de tal forma, con mucho disimulo y después de largos preparativos y vacilaciones osaba posar los labios sobre él. Aquella sensación era tan viva, tan deliciosa, que la guardaba muchos días en la boca y le hacía feliz.
Faltaba, sin embargo, al proyecto el visto bueno de Jacobo, requisito sin el cual no osaba la dama dar un paso en nada que hubiese de aventurar dinero, y justamente Jacobo no pareció por allí en toda la noche, ni vino tampoco a almorzar al día siguiente, según su costumbre ordinaria.
Y como él era, además, inteligente escrutador del valer propio, y se encontraba, aunque apenas osaba confesárselo, con no pocos defectos o vicios, no podía menos de atribuir o de conceder muchísimos más a cuantas personas miraba en torno de él, dominándolas y humillándolas.
Desta manera andaba tan elevado y levantado del sueño que, mi fe, la culebra o culebro, por mejor decir, no osaba roer de noche ni levantarse al arca; mas de día, mientras estaba en la iglesia o por el lugar hacía mis saltos. Los cuales daños viendo él y el poco remedio que les podía poner, andaba de noche, como digo, hecho trasgo.
Este inflexible, recto é ilustradísimo profesor, parecía nacido para domar aquella raza especial de estudiantes. Su vastísima instrucción, su carácter un tanto excéntrico, su proverbial voluntad de hierro, su continente severo é impasible, le investían en cátedra de cierta majestad sui géneris, contra la que rara vez osaba rebelarse el alumno más díscolo.
En la Primada no se decía verdad sobre los prelados, ni osaba nadie publicar sus faltas, hasta que la muerte se apoderaba de ellos.
Había tenido palabras amorosas para el esclavo, pero no había roto sus cadenas; ofrecía un mendrugo al siervo moderno, pero no osaba el menor reproche contra la organización social que le condenaba a la miseria por el resto de su vida.
Palabra del Dia
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