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Actualizado: 11 de julio de 2025
El altar estaba protegido por un dosel o toldo formado con colchas: a la izquierda habían colocado un púlpito para el predicador. Andrés, Rosa, la tía Eugenia y Máxima se sentaron a la sombra de un castaño, aguardando la misa. Los contornos de la iglesia ofrecían grata perspectiva. Los romeros hormigueaban por todas partes con mucha algazara.
El más hermoso de los frutos era el que ellos se ofrecían, y cuando uno cometía una falta, su madre tenía que castigar a los dos, porque el uno no quería acusar al otro. Más tarde se enamoraron de la misma mujer, y la mataron para que no perteneciese a ninguno de los dos. Eran españoles, perdonadles.
El espectáculo que ofrecían los Harvey, padre é hijos, en América, conducidos por aquella morenilla delgada y débil, era sumamente curioso. En la cabeza de miss Maud había muchas más ideas de las que podían producir los cerebros de sus hermanos. La voluntad de la muchacha, matizada con una nerviosidad debida al perfeccionamiento do la raza, recordaba la tenacidad de su padre.
A la mañana rezaban algunas oraciones, y el acto de contriccion, y una oracion en que daban gracias á Dios por los beneficios comunes, y le ofrecian las obras y trabajos de aquel dia, especificando la hambre, sed, cansancio, peligros, &a.; y protestando, que lo hacian por su amor y por la conversion de los infieles.
La mayor parte de los convidados abajo, en el salón, se preparaban a volver a Vetusta, otros preferían aceptar la hospitalidad que los Marqueses les ofrecían en el Vivero por aquella noche.
El fraile administrador díjole entonces que si no los podía pagar, otro se encargaría de beneficiar aquellos terrenos. Muchos que la codiciaban se ofrecían. Cabesang Tales creyó que el fraile se chanceaba pero el fraile hablaba en serio y señalaba á uno de sus criados para tomar posesion del terreno.
Quería volver cuanto antes, y pasó con rapidez por entre la nube de cocheros que le ofrecían sus servicios frente al gran palacio de Dos Aguas, cerrado, silencioso, dormido como los dos gigantes que guardan su portada, desarrollando bajo la lluvia de oro del sol la suntuosidad recargada y graciosa del estilo rococó. Rafael, Rafael...
Y es tan innata la aversión a esta gente en los Cristianos antiguos Mallorquines, aún de la plebe, que se han visto doncellas, que apesar de su horfandad y pobreza, han querido más pordiosear pobres y huérfanas, que escuchar partidos de muchas comodidades, que les ofrecían.
El pueblo de la Revolución legisladora de los Derechos del Hombre recolectaba la gratitud de las muchedumbres. Empezó á sentir cierto remordimiento ante el entusiasmo de los extranjeros que ofrecían su sangre á Francia.
Ellos respiraron con satisfacción al verse libres de aquellas miradas profundas y misteriosas. Sólo Rafael Alcántara se atrevió a responder con una chanzoneta: Verdad. El pueblo soberano no anda por aquí muy bien de fisonomía. El director presentó a Salabert los empleados. Los facultativos eran casi todos extranjeros, tipos rubios y sonrosados que nada ofrecían de particular.
Palabra del Dia
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