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Actualizado: 29 de junio de 2025


Tomando esta primera cosa conocida el yo como base o punto de referencia para la explicación de las demás cosas, el hombre llegó necesariamente a la personificación de todas las cosas del mundo real, desde luego, y a la de todas las del mundo imaginario después, suplicando en un principio directamente al sol para que enviase la luz y el calor y evitase los nublados y los eclipses, y después a Horo, a Dionisios, a Febo Apollo, a Jehová, a Dios, a San Antonio o a San Francisco.

Su conducta anterior respecto a la madre común se les aparecía de pronto como una injusticia y experimentaban vivos deseos de rectificarla. ¿Vamos a encerrarnos en el Casino en un día como éste? exclamaban . No, nunca. Sería una verdadera vergüenza... Pero después de almorzar, el cielo comenzaba a nublarse. Malas lenguas afirman que era el Casino quien preparaba los nublados.

Al referir esto, Elvira tenía los ojos nublados por lágrimas de ira. Yo no me atreví a interrumpir su relato, y ella siguió: Si, chico, de aquella noche datan todas las barbaridades que he hecho en mi vida... y las que me quedan.

La duquesa miró a su salvadora con los ojos nublados de lágrimas, y Manuela siguió mientras pudo al lado del coche, diciendo, trémula de gozo: ¡Adiós, señora! ¡Qué lejos que estamos ya los pobres y los ricos! ¡Cuánto más valían aquellas buhardillas cuando vivíamos unos cerca de otros pa conocernos y querernos!

El hijo, con los ojos nublados de miedo, se aparta. DON FARRUQUI

En fin, bien dicen que es menester mucho tiempo para venir a conocer las personas, y que no hay cosa segura en esta vida. ¿Quién dijera que tras de aquellas tan grandes cuchilladas como vuestra merced dio a aquel desdichado caballero andante, había de venir, por la posta y en seguimiento suyo, esta tan grande tempestad de palos que ha descargado sobre nuestras espaldas? -Aun las tuyas, Sancho -replicó don Quijote-, deben de estar hechas a semejantes nublados; pero las mías, criadas entre sinabafas y holandas, claro está que sentirán más el dolor desta desgracia.

Desde anoche mismo; desde que al pobre don Adrián. La compasión que por él sentí y ¿a qué negarlo? lo que de él aprendí oyéndole, me despejaron mucho los nublados de mi cabeza, y pude así ver y estimar las cosas con mayor serenidad.

Afortunadamente no es así; entre aparentes contradicciones, Dios triunfa siempre; entre huracanes y nublados, el sol siempre brilla. Mi mujer me esperaba con impaciencia; almorzamos en el restaurant de la calle del Banco, y empleé la tarde en escribir para La América, el primer artículo sobre la Europa. De este modo dió fin el dia vigésimo. =Dia vigésimo=. Historias. ¡Pobre Luisa!

Entonces me acerqué y vi que sus ojos estaban nublados de lágrimas. Me recibió con una granizada de denuestos. Después, como yo procurase templarla, mostrándome arrepentido, cambió repentinamente y, mirándome con ojos suplicantes..., tornó a repetirme: ¿Me perdonas? Costome trabajo impedir que se pusiera de rodillas. Había llegado a persuadirse de que lo que había hecho era un grave delito.

¿Estás llorando?... ¿Por qué? preguntó con zozobra. No lloro... no es nada contestó ella levantando hacia él sus ojos sonrientes, pero nublados por las lágrimas. Lloras, , y quiero saber por qué. Me parece que tengo derecho para ello... si es que me quieres, como dices. Todavía le costó algún trabajo arrancarle su secreto.

Palabra del Dia

vorsado

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