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De todas las puertas y ventanas salían rayos de luz y de algunas también las notas dulces de la guitarra, el chasquido de los palillos y el canto vibrante, apasionado, de alguna copla. Ya podían las olas batir como bestias feroces sus murallas, rugiendo amenazas de muerte toda la noche. Nadie escuchaba sus gritos; nadie se asomaba siquiera á ver sus esperezos titánicos.

Sin embargo, el amigo ha abierto el piano; luego se ha atrevido a preludiar unas notas. Digo que se ha atrevido, porque también antes de poner los dedos en el teclado parecía irresoluto, bien así como si fuese a cometer una enormidad. Pero si era una enormidad, al fin ha sido cometida. Y bien cometida.

Ante sus ojos entornados desarrollábase una neblina parda, como si espesara la penumbra húmeda de bodega en que está siempre el salón de sesiones; y sobre este telón destacábanse como visión cinematográfica las filas de naranjos, la casa azul con sus ventanas abiertas, y por una de ellas salía un chorro de notas, una voz velada y dulcísima cantando lieders y romanzas que servía de acompañamiento a los duros y sonoros párrafos del jefe del gobierno.

La tapa del piano, levantado para dar mayor sonoridad a las notas, parecía, como dominándolas a todas, una gran ala negra.

No se espere, por lo tanto, supuestas las anteriores indicaciones, sino lo que crea yo oportuno facilitar, y discúlpese la forma de notas, en que se presenta, la índole fragmentaria de esos mismos datos.

Cantaban también los borrachos de dos en dos o tres en tres con voces ásperas desafinadas, metiéndose el aliento por las narices, balanceándose grotescamente, esparrancados sobre el césped. Y los mozos y mozas de la danza-prima se desgañitaban, queriendo aguzar cada vez más las notas largas, dormilonas, de sus baladas antiquísimas.

En suma, esta conversación siguió largo rato, y yo tengo notas y apuntes que me ha suministrado D. Juan Fresco y que me harían muy fácil referirla con todos sus pormenores; pero, como mi historia tiene que ir en un ALMANAQUE sin excitar a nadie a que los haga, y no puede extenderse mucho, sino ser a modo de breve compendio, me limitaré a lo más esencial, deslizándome algunas veces, con rapidez y como quien patina, en aquellos pasajes que más se presten a ello por lo resbaladizos.

Luego deseo que todas las páginas lleven notas, muchas notas, que ocupen tanto como el texto. He visto que todas las obras importantes van así. También esto da aire de seriedad y prueba erudición en el autor. Hay que citar muchos nombres y que sean extranjeros; cuanto más enrevesados, mejor.

Lo notable es que la acompañaba un clérigo en traje de seglar y alzacuello, el cual entornaba la cabeza hacia atrás de vez en cuando y le dirigía miradas lánguidas, moribundas, para alentarla a dar sentimiento y expresión a las notas, o por ventura para atestiguar que él, a pesar de su carácter sacerdotal, no era insensible a aquella música tierna y amorosa.

Prudencio de Sandoval, Vida de Carlos V. Para el conocimiento de la desgraciada empresa de los Gelves en 1510, son de consultar, á más de los autores citados en las notas anteriores, Luis del Mármol, Descripción del África. Reino de Túnez. Bernáldez, Crónica de los Reyes Católicos. Zurita, Anales de Aragón y Vida de D. Fernando. Álvaro Gómez, De rebus gestis. Oviedo, Quincuagenas, Q. I, Est.