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Actualizado: 6 de julio de 2025


La mujer que salvó á los parisienses de Atila y Meroveo con su palabra y con su fe; la que los salvó de los normandos con su ataud; aquella mujer que salvó á un pueblo con un puñado de cenizas, cuyo polvo fué más poderoso y más valiente que la pica de los guerreros, era una muchacha llamada Genoveva; la misma muchacha que rompió á llorar, oyendo la voz de San German de Augerre; la misma á quien dió el santo la medalla de cobre con la efigie del Salvador; una muchacha á quien Nauterre llama hija, á quien la Iglesia llama santa, á quien Paris llama Patrona, á quien yo llamo un nobilísimo carácter histórico.

Desalentados los normandos con la pérdida de su jefe y acosados de cerca, volvieron la espalda y abandonaron el Galeón, saltando atropelladamente sobre la cubierta de su barco, donde empezaron á diezmarlos las flechas de los arqueros ingleses y los peñascos que desde las cofas les lanzaban los marinos.

Con estas grandiosas empresas se entretenia el arte musulman en España cuando espiraba el décimo siglo para la cristiandad y con él el entusiasmo artístico en los reyes y pueblos del Occidente. ¿Y qué mucho? La Europa cristiana se hallaba ceñida como por un anillo de hierro y fuego: por el norte los normandos, por mediodia y oriente los mahometanos, la estrechaban con nueva furia.

Ni vascos ni normandos habrían logrado hacerse autorizar por el reino de Castilla. Fué menester un italiano hábil y elocuente, un genovés obstinado que prosiguió la empresa quince años consecutivos, que supo aprovechar la hora propicia y descartar todos los escrúpulos.

Nada, en efecto, más pintoresco en su uniformidad que aquel camino que costea el mar durante más de tres leguas para ir a parar en la punta de Carolles. No hay allí los altos acantilados normandos tras de los cuales se ocultan las olas que van a romperse a sus pies con sordos mugidos como los golpes de una invisible catapulta.

El tío Ventolera hablaba de monedas de plata, delgadas como hostias, encontradas por muchachos al jugar en la costa. Su abuelo le había contado, siendo niño, la tradición de cavernas submarinas que contenían tesoros, cuevas de los sarracenos y normandos que habían sido muradas con pedruscos, perdiéndose después el secreto del escondrijo.

No sin alguna emoción recordaba el viajero que todo aquel bosque y gran parte de las tierras colindantes habían pertenecido un día á la entonces poderosa familia de Clinton. Conocedor de la historia de su casa, sabía que descendía de aquel Godofredo de Clinton, señor de las villas de Munster y Bisterne cuando los normandos posaron por primera vez la planta en territorio inglés.

Nuestros reyes concedieron privilegios á los castellanos establecidos en Honfleur y Dieppe, mientras que los dieppenses poseían factorías en Sevilla. No puede afirmarse que un dieppés haya descubierto la América cuatro años antes que Colón; empero poca duda cabe que los Pinzones de Andalucía eran armadores normandos.

Los portugueses sólo admitían en su servicio á hombres de su nación y de sus escuelas que ellos mismos formaran; temían á nuestros normandos, á quienes expulsaban y desposeían de la costa de Africa.

Me llamo Golvín y soy capitán del Galeón Amarillo, destinado á conduciros. Marino desde la infancia, he peleado á bordo de barcos ingleses contra normandos y genoveses, bretones, españoles y sarracenos, y os aseguro que la nave de mi mando es muy débil para atacar corsarios.

Palabra del Dia

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