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Actualizado: 18 de julio de 2025
Y así como se supone y casi se entrevé una tierra lejana cuando se va navegando a la aventura, así entreveía ella la contingencia de quererle con amor más firme, y de pasar a su lado toda la vida, llegando a no desear nunca otra mejor.
Hay que tener en cuenta que el Almirante estaba entonces a unas catorce leguas de la isla, y ésta es completamente baja, sin una colina. Imposible verla a una hora en que la Pinta, que iba navegando muy por delante, no había alcanzado todavía a distinguir tierra. La luz fue indudablemente la de la bitácora de la carabela de Pinzón, que avanzaba entre la nao del Almirante y la isla todavía lejana.
Fueron, pues, navegando los dos botes y caminaron otras trescientas leguas, en que en diversas partes vieron indios de varias naciones, que ya confinaban con los Chiriguanás.
Pues, ¿qué me dirán del bueno de don Cirongilio de Tracia, que fue tan valiente y animoso como se verá en el libro, donde cuenta que, navegando por un río, le salió de la mitad del agua una serpiente de fuego, y él, así como la vio, se arrojó sobre ella, y se puso a horcajadas encima de sus escamosas espaldas, y le apretó con ambas manos la garganta, con tanta fuerza que, viendo la serpiente que la iba ahogando, no tuvo otro remedio sino dejarse ir a lo hondo del río, llevándose tras sí al caballero, que nunca la quiso soltar?
Navegando al E cerca de dos leguas, se encuentra un cabo que está en la costa septentrional: llamado Voluto: se extiende de tal manera la horizontal mirando al ONO, que con facilidad creerá cualquiera estar en plena mar; pero aun faltan 20 leguas de camino penoso: tiene el Estrecho dos leguas de ancho.
Seguimos navegando, cortamos el paralelo 50° sur por los 102° oeste próximamente, y nos acercamos al continente americano, hacia la isla de la Desolación. Ya no nos quedaba ningún caso de vómito negro. No le pareció prudente al capitán intentar el paso por el estrecho de Magallanes, y se decidió a doblar el Cabo de Hornos, a gran distancia de tierra.
Día hubo en que viajaba con Baco, Anita, recorriendo la India, o bien navegando en el barco prodigioso de cuyo mástil floreciente pendían racimos y retorcidos tallos, y tuvo que saltar de repente a la prosaica orilla del Soto, llamada por la voz del ex-regente que gritaba: ¡Pero muchacha, que te están comiendo el cebo!
Á las once de la mañana, navegando en plena laguna, se sirvió el almuerzo, sentándose á la mesa el capitán, antiguo lobo marino de la carrera del Cabo, que le ahogaba el calor de la caldera, la estrechez del barco, lo limitado del horizonte, y más que todo, el agua dulce, que en tres palmos de fondo batían las palas de las ruedas.
Pero luego, herido por una gran traición, huyó de Francia y compró un barco pesquero, sobre el que anduvo navegando dieciocho meses por los mares británicos, lejos de la humanidad traidora que le había lastimado.
Los jóvenes pasaron dos meses deliciosos en la intimidad de una existencia activa y libre, navegando por el tranquilo mar ó anclados en las radas del Solento. La belleza de María, realzada por la esperanza, brilló entonces con todo su esplendor. La joven se mostró encantadora y tierna con Cristián, como si quisiera hacerle olvidar los pasados rigores.
Palabra del Dia
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