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Actualizado: 26 de junio de 2025
Algo de ello ha visto ya el lector en uno de los anteriores capítulos; pero no fué más que una muestra insignificante; porque el depósito de monerías de Octavio era inagotable. Unas veces pedía el pañuelo á su novia y se lo devolvía al día siguiente, después de haber dormido con la cabeza apoyada en él.
Eran mujeres que casi podían ser sus madres: prostitutas callejeras, que tomaban a risa la pasión de sus hombrecitos y les aconsejaban que robasen, pues sólo podían creer en su cariño cuando se presentaban con dinero. El empleado habló a uno de éstos: ¿Y la novia? ¿viene a verte alguna vez? Contestó con un movimiento negativo. ¡Las mujeres! ¡todas iguales! ¡Sólo eran tiernas cuando veían parné!
Por la noche, a buena horita, me encerraba yo en mi cuarto, metíame en la cama, y me ponía a leer. Leía yo páginas y páginas, sin parar mientes en los conceptos. En un vetusto armario me hallé varios libros: una Historia de Napoleón; no recuerdo qué obra clásica de arte militar, y ¡oh dicha! dos o tres volúmenes de Walter Scott. Tomé uno, «La Novia de Lammermoor». En pocas noches le dí fin.
Púsose la novia su vestido de seda negro, y doña Lupe se empeñó en plantarle un ramo de azahar en el pecho. Hubo disputa sobre esto... que sí, que no. Pero la señora de D. Basilio había traído el ramo y no se la podía desairar. Como que era el mismo ramo que ella se había puesto el día de su boda.
Pues a sortear y dirigir aquella revolución doméstica; que atajarla era imposible, y el que se le pusiera delante, arrollado sería sin remedio... De esta idea provino la relativa tolerancia con que habló a su sobrino en la segunda noche de confianzas, la maña con que le fue sacando noticias y pormenores de su novia, sin aparentar curiosidad, aventurándose a darle algunos consejos.
Si le hubiesen dejado sin novia, tal vez hubiera podido resignarse. Hubiera podido también vivir algún tiempo sin empleo, pero, ¡sin absolución!... Pues yo le dije a Antoniño cuando el pobre muchacho me contaba sus cuitas . Yo creo que, en caso necesario, podría vivir sin absolución. He visto personas que viven con un pulmón sólo, y otras que carecen totalmente de bazo.
El muchacho siguió a su antigua novia. Estaba como si acabase de despertar y todavía no hubiera ahuyentado la modorra del sueño. Aún le zumbaba en los oídos el eco lejano de la extraña sinfonía. En el jardín estaban las jóvenes, muy alborozadas, en torno de Rafael y su amigo Roberto, que acababa de llegar.
Buenos días, señorita; solamente nosotros estamos en nuestro puesto dijo el tío Marcial volcando su saco en la mesa y designando con franca risa la multitud de comadres y muchachos que, no habiendo podido encontrar sitio en la iglesia, esperaban la salida de la novia.
La niña, muerta de miedo, preguntaba: «¿Quién anda ahí?» Octavio, metiendo la voz por las rendijas del balcón, respondía: «Carmen, te quiero, te quiero»; y se descolgaba rápidamente riéndose del susto de su novia.
Mientras tanto Octavio separaba un lápiz de oro que pendía como dije de la cadena de su reloj, y volviendo un cartón del revés escribió estas palabras: «Adiós, dueño mío; voy á pensar en ti». Después presentó el cartón á su novia. La niña se rió, y pidiéndole el lápiz comenzó á borrar lenta y cuidadosamente lo escrito.
Palabra del Dia
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