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Actualizado: 9 de noviembre de 2025


Vienen de la Ville-des-Baux. ¡Seis leguas largas para sentarse una hora en las gradas de San Trofino y vender paquetitos de hierbas medicinales recolectadas en la montaña!... Divisamos ya las murallas de Arlés; murallas bajas y almenadas, como se ven en las estampas antiguas, donde aparecen guerreros armados de lanzas sobre terraplenes menores que ellos.

Al amanecer escalaron las murallas, y la entraron sin hallar Resistencia ejecutando muertes con tanta crueldad, que por este hecho primeramente, y por los demas que fueron sucediendo, quedó entre los Griegos hasta nuestros dias por refran: la venganza de los Catalanes te alcance.

Algunas veces, allá en el fondo, un punto negro casi imperceptible, un jironcito tenue de vapor, un buque igual al otro, tal vez más grande... Y sin embargo continuó Maltrana , con menos valor que una hormiga en medio de las llanuras de la Mancha... Las máquinas, los salones, las murallas de acero, nada, absolutamente nada ante la inmensidad del majestuoso azul.

Los miserables Griegos de este pueblo con ser 700, y los nuestros apenas trescientos, se encerraron dentro de sus murallas como si todo el campo de los Catalanes les sitiara, sin salir á pelear ni á deshacer lo que su enemigo trabajaba para su ruina.

Fuera de la población, se abre un anfiteatro de rocas poblado de pinos, cuyas cimas superiores están inclinadas por el viento que baja de la torre Magua: en el fondo de este anfiteatro, entre murallas blancas con balaustres de mármol es donde aparece la balsa de la fuente. Alrededor se ven algunos restos de construcción antigua.

Sus baluartes, sus defensas exteriores, sus medias lunas se recortan en zig-zag sobre una meseta rocosa; vistos de lejos, cualquiera creería poder franquear los muros de un salto; pero, al llegar, se descubre el foso, de cien pies de ancho y de una profundidad de treinta, y, enfrente, las obscuras murallas cortadas a pico. Aquello detiene a uno bruscamente.

A la entrada del pueblo nuevo, en la carretera, y por lo tanto, fuera de las murallas, estaba la casa más antigua y linajuda de Urbia: la casa de Ohando.

Á sus dos compañeros, que por primera vez se hallaban en un castillo, les parecían aquellos gruesos muros del todo inexpugnables, y veían con asombro el número de centinelas apostados en puertas, murallas y almenas, sin contar los soldados del cuerpo de guardia situado cerca del puente levadizo, que limpiaban sus armas, cantaban ó hablaban con sus mujeres é hijos en el ancho pórtico.

No era en verdad ilusión que los frágiles tabiques de la casa temblaran como las murallas de Jericó, porque durante el ir y venir de la gente en el momento del berrinchín, el piso se estremecía de tal modo y con tan amenazadora trepidación, que los expulsados tomaban con gusto la puerta.

Los soldados de las galeras disparaban infinita artillería, a quien respondían los que estaban en las murallas y fuertes de la ciudad, y la artillería gruesa con espantoso estruendo rompía los vientos, a quien respondían los cañones de crujía de las galeras.

Palabra del Dia

vengado

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