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Actualizado: 29 de junio de 2025


El hombre de la capa dejó escapar una exclamación de desprecio mirando a la mujerzuela de arriba abajo y dirigiéndose después a , me dijo en tono confidencial: Estas babiecas, en cuanto que ven a un soldado con un pliego en la bayoneta, ya se sueltan a decir que es el indulto.

Su amor, tan dulce, tan joven, era motivo de risa, tema de diversión para las malas lenguas que la escarnecían como a una mujerzuela de la acera, porque había sido buena con él, porque la había faltado crueldad para presenciar impasible las torturas de una juventud apasionada... Pero con ser tan molesto este odio de la gran masa escandalizada, ella no sentía miedo ni indignación: lo despreciaba. ¡Ay!, pero quedaban los otros, los íntimos de Rafael, sus amigos, su familia... su madre.

En una palabra, el señor de Argicourt y el señor de Estry deben de estar en este momento en casa del señor de Candore para pedirle una satisfacción. ¡Oh! Dios mío. Y he tenido miedo, yo, tía Liette, que no soy sin embargo, una mujerzuela y comprendo muy bien que un oficial... En su lugar, hubiera hecho lo que él... Dios protegerá el buen derecho, ¿verdad?

Una herida... Oiga usted, mujerzuela, ahora mismo va usted a la cárcel... ¡Eh!, llamar a una pareja. La Fenelón estaba como desmayada, y sus alumnas le desabrocharon el vestido para aflojarle el corsé.

Sabía el pícaro que aquella mujerzuela irascible y endemoniada tenía despierta la vanidad, como todos los seres humanos, y que era de capital interés para su panza tenerla contenta. Por último, lanzando un verdadero mugido de buey, consiguió agarrarla por la cintura y alzarla en vilo. Mantúvola en alto sin esfuerzo alguno, como si fuera un chiquito de tres años.

Don Álvaro en aquel papel que olía a mujerzuela, hablaba con frases románticas e incorrectas de su crimen, de la muerte de Quintanar, de la ceguera de la pasión. «Había huido porque...». ¡Porque tuviste miedo a la justicia, y a también, cobarde! se dijo Frígilis.

Además, o es uno hombre, o no lo es; o tiene o no tiene entrañas de humanidad, agallas para ir por donde vayan y hacer lo que hagan otros; o sirve o no sirve para algo más útil y de mayor jugo y provecho que pisar alfombras de salones; engordar el riñón a fondistas judíos, sastres y zapateros de moda; concurrir a los espectáculos; devorar distancias embutidas en muelles jaulas de ferrocarril, y gastar, en fin, el tiempo y el dinero en futilidades de mujerzuela presumida y casquivana.

Palabra del Dia

rigoleto

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