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Actualizado: 9 de junio de 2025


Los únicos que vivimos en este ambiente exuberante de luz somos mi amigo y yo, que conversamos bajo los árboles de la plaza, los niños que ganguean á gritos sus lecciones en la escuela próxima, siguiendo el venerable método morisco, y los enjambres de insectos que aletean, zumban y trepan en torno de los plátanos.

De donde puede causarse La pena que dices brava? De una vida que hoy se acaba, Para jamas acabarse. Ya sabeis que aqui en Argel Se supo como en Valencia Murió por justa sentencia Un morisco de Sargel.

La persistente llovizna escarchaba los hábitos y parecía embeber todas las cosas en su tristeza. Algunas mujeres plañían. Más de una hora pasó Ramiro codeandose con el vulgacho. No había sino gente baja, curiosos de la ciudad, mujeres del mercado con los brazos desnudos, muchachos arrabaleros, algunos gañanes de la dehesa, harto morisco, y una que otra ramera de manto amarillo y medias coloradas.

Un momento después, sentados sobre un tapiz, hablaban tranquilamente. El morisco, en castizo castellano, informose de los principales señores de la ciudad, de sus genealogías, de sus parentescos. Entretanto, Aixa escuchaba la conversación palpitando de júbilo, y su mirada pasaba de uno a otro semblante como si comparase las facciones. El sol iba a ocultarse.

Un morisco, a quien todos conocían en los suburbios por sus pláticas obscenas, ejecutaba de tiempo en tiempo un movimiento bestial y acelerado para remedar la fornicación; los familiares tenían que zamarrearle con violencia. Pasó una anciana, seca y erguida, con las manos ligadas por detrás y la boca cubierta por negra mordaza. Ramiro no tardó en reconocer a Gulinar.

¡Muera entonces el perro morisco! volvió a gritar San Vicente. Hablad más quedo, señor regidor; no sea que os preste ayuda la ronda. No la he menester. Pues busquemos, si os place, algún sitio más apartado, donde el rumor de las espadas no haga asomar a alguna dueña pensando que es el oro de vuestra bolsa. Vamos donde gustéis.

Ramiro experimentó profunda conmoción. Acababa de reconocer al misterioso personaje del arrabal de Santiago, al abnegado morisco que le había salvado la vida, dejándole después, como recuerdo, la valiosa daga sarracena. , yo te engendré en la altiva doña Guiomar prosiguió el anciano y tu agüelo prefirió casalla en seguida con el viejo don Lope, en odio a mi raza y a mi creencia.

Se humilló, se anonadó, se redujo bajo el remordimiento, pidiendo perdón sin cesar, por algo odioso, por algo enorme, aborrecible, que sentía ahora por primera vez, en todo su peso, en todo su horror, sobre su propia conciencia. Aixa y el morisco, asidos fuertemente, sin hablarse, no apartaban los ojos del mancebo. La ciudad prolongaba el lloro y el canto de sus bronces en el piadoso anochecer.

No solo conserva una inmensa porcion de curiosidades que lo hacen rivalizar con los mejores museos de Europa, en lo relativo á antigüedades y artes plásticas, sino que tiene en los muros y artesonados de sus salones, como en los pavimentos, la imitación prodigiosamente fiel de los mas preciosos modelos del arte egipcio, griego, índigo, romano, morisco, gótico y del Renacimiento, que se han conocido hasta ahora.

No, primo; si os pude considerar árabe lejos de mis ojos, abanderizando el Africa, confiándoos en la fe berberisca y combatiendo inútilmente en la Goleta y Túnez estos mismos castellanos que queréis vencer en nuestro país, nunca presumí que en ánimo morisco, quien nació ya cristiano, viniese a ofrecer su amor a quien no quisiera ver un príncipe en un amante, sino sólo un caballero.

Palabra del Dia

vorsado

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