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Actualizado: 17 de junio de 2025


Esa monomanía por las estatuas, las apoteosis y los monumentos conmemorativos, hasta tal extremo llega entre estas buenas gentes, que en las esquinas de las calles tienen puestos pedestales vacíos, dispuestos para los desconocidos grandes hombres que surjan en el porvenir.

Eran vanos todos sus esfuerzos por salir de la monomanía de su existencia, por rejuvenecerse sacudiendo la vejez de ánimo. Se convencía con tristeza de que era imposible la repetición de la aventura. Pero se cansó pronto de aquellas relaciones.

DON URBANO. Fruto de su inteligencia privilegiada... No: de la perseverancia, de la paciencia laboriosa... EVARISTA. ¡Ay, no me digas! Trabajas brutalmente. MÁXIMO. Lo necesario, tía, por obligación, y un poco más por goce, por recreo, por entusiasmo científico. DON URBANO. Es ya una monomanía, una borrachera. No: es la ambición, la maldita ambición, que a tantos trastorna y acaba por perderlos.

Me siento mal siempre, muy mal; la hipocondría me consume, y tengo la preocupación constante de que voy a vivir ya contados días. Precisamente esa es la única enfermedad de usted: la monomanía de la muerte. Es una de las formas más penosas de la psicosis. , , sácame a colación nombres modernos para despistarme.

Y el mundo real, estigmatizado como uno de los cuatro enemigos del alma, quedó ignorado hasta la aurora de los tiempos modernos mientras se difundía la monomanía del más allá que hizo de la Europa medioeval una simple variante de la China contemporánea, pues si en ésta el hombre vive para los muertos, en aquélla el hombre vivía para después de muerto.

Hay ciertos entendimientos que parecen naturalmente defectuosos, pues tienen la desgracia de verlo todo bajo un punto de vista falso ó inexacto ó extravagante. En tal caso no hay locura, ni monomanía; la razon no puede decirse trastornada, y el buen sentido no considera á dichos hombres como faltos de juicio.

Hay en ellos un instinto de curiosidad despierta e insaciable, una impaciente avidez de toda luz; y profesando el amor por la instrucción del pueblo con la obsesión de una monomanía gloriosa y fecunda, han hecho de la escuela el quicio más seguro de su prosperidad, y del alma del niño la más cuidada entre las cosas leves y preciosas.

No se trata ahora de eso. ¿Soy yo viudo? Lo ignoro, señor: en Zaragoza se sabe únicamente que un día llegó vuecencia en una silla de posta, procedente de Madrid, a la fonda de las Cuatro naciones, en donde tomó el mejor aposento: en el pasaporte de vuecencia constaban su nombre y su título: muy luego se comprendió que vuecencia estaba gravemente enfermo: al cabo su enfermedad se agravó: lo que antes era una monomanía tranquila, se convirtió en una locura furiosa, y fue preciso...

Palabra del Dia

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