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Actualizado: 13 de octubre de 2025


«¡Cabezudenses, barbaruelenses y animalejuenses! Supongamos que Cabezudo le pide que no llueva una gota, y todo con la intención de que Barbaruelo no muela un grano, y en seguida empieza á llover tanto, que el agua se lleva los molinos de Barbaruelo. En este caso, ¿no habrá hecho Dios lo que Cabezudo le pedía, aunque parezca que ha hecho todo lo contrario?

Pues entiéndase que las manías estan distribuidas en muchas clases y graduaciones; que las hay continuas y por intervalos, extravagantes y arregladas, vulgares y científicas; y que así como Don Quijote convertia los molinos de viento en desaforados gigantes, y los rebaños de ovejas y carneros en ejércitos de combatientes, puede tambien un sabio testarudo descubrir con la ayuda de sus telescopios, microscopios y demas instrumentos, todo cuanto á su propósito cumpliere.

Capítulo VIII. Del buen suceso que el valeroso don Quijote tuvo en la espantable y jamás imaginada aventura de los molinos de viento, con otros sucesos dignos de felice recordación

Entonces se convierte el lago en alud terrible; mezclada el agua con piedras, témpanos y todos los restos arrancados á la orilla, se precipita rabiosamente en el valle inferior; arranca los puentes, destruye los molinos, arrasa las habitaciones, desarraiga los árboles de las pendientes bajas, y revolviendo hasta las praderas, como lo haría la reja de un arado inmenso, las arrolla al pasar y las confunde con el caos de tal diluvio.

Y luego, cuando durante toda la tarde he visitado las almazaras, me he afirmado en mi idea. Nada más interesante que esta sorda y tenaz lucha de las máquinas nuevas para vencer la obstinación del labriego y reemplazar a los viejos y lentos artefactos. En Torrijos hay once molinos aceiteros; en ellos existen siete vigas y cuatro prensas.

El gobernador comenzó a bufar de nuevo, amenazando entre enérgicas interjecciones hacer con mantillas y peinetas lo que Esquilache hizo con capas y sombreros. ¡Pero, hombre, no sea usted mentecato! volvió a decir el ministro con su risa de paleto . Eso tiene muy fácil remedio. ¿Cuál? Llame usted a Claudio Molinos.

En el fondo del valle, que mide á lo sumo 300 metros de latitud, las calles de la Villa-nueva son irregulares, caprichosas, húmedas, de formas modestas ó vulgares. Allí no encontrais sino tenerías, molinos, tintorerías, etc.; pero eso tiene vida, tiene la alegría del valle.

Entre sus plazas principales sobresale la del Comercio; elegante, espaciosa y gallarda: frentes de hermosas casas la embellecen y adornan: en el centro se levanta sobre un pedestal la estatua de Don José: esta plaza tiene muy buena situacion, pues á sus piés está el puerto, desde el cual se ven los infinitos molinos de viento que rodean toda la ciudad y que hubieran proporcionado muchas peleas á nuestro inmortal Don Quijote si por allí se hubiera dirijido, pues son muchísimos los que á guisa de centinelas hacen la guardia á la capital, agitando sus enormes brazos, que en el verano parecen querer servir de abanicos que refresquen la atmósfera.

El buen fray Pedro vino á contagiarse de las herejías de Molinos y aquí estuvo su perdición, bien que él trató de ocultar los graves pecados y sólo con sus íntimos explayábase en sus predicaciones y en sus actos, que eran por cierto de los más peregrinos.

-Calla, amigo Sancho -respondió don Quijote-, que las cosas de la guerra, más que otras, están sujetas a continua mudanza; cuanto más, que yo pienso, y es así verdad, que aquel sabio Frestón que me robó el aposento y los libros ha vuelto estos gigantes en molinos por quitarme la gloria de su vencimiento: tal es la enemistad que me tiene; mas, al cabo al cabo, han de poder poco sus malas artes contra la bondad de mi espada.

Palabra del Dia

amitié

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