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No pudo suceder á Don Fadrique cosa que más le importarse para la seguridad y quietud de su nuevo reinado, que librar á su pueblo de las contribuciones y alojamientos de huéspedes tan molestos, como suelen ser los soldados mal pagados.

El café es el antídoto de la belladona y del opio en los efectos sobre el encéfalo, de la manzanilla en los que la misma produce en el estómago y la inervacion muscular, del fósforo en los órganos génito-urinarios y la médula espinal. El café, á dósis pequeñas, es su propio antídoto, cuando ha producido efectos molestos, vértigos, grande impresionabilidad, insomnio.

Corria el año 1286, y era obispo en Córdoba el mismo D. Pascual antes nombrado. «En este tiempo, refiere un timorato cronista, sucedió en la iglesia catedral el prodigio siguiente: Acudian muchedumbre de golondrinas á hacer sus nidos en la santa iglesia, y con sus molestos cantos perturbaban á los ministros de Jesucristo, al tiempo que se celebraban los oficios divinos.

Y permanecían allí, mudos y molestos los dos, sin alegría, sin felicidad, aturdidos y desconcertados. El enjambre de parejas que se instalaban para el cotillón, obligándolos a moverse, los libró en parte de su perplejidad.

El viento del sud, que trae consigo un frio penetrante, no puede ménos de ser riguroso para unos hombres cuyas vestimentas son siempre las mismas, siendo entretanto muy fácil de concebir que bastaria arroparse un poco mas para moderar sus molestos efectos, cosa que no practican los indígenas, y contraen por ello, como es natural, reumas y pleuresías; ocasionando estas una grande mortandad particularmente entre las criaturas, á las que no se tiene el cuidado de precaver por medio del abrigo contra tan funesto influjo.

Doña Cristina no entraba nunca en aquella iglesia sin sentir un cosquilleo de bienestar. Experimentaba igual satisfacción que si penetrase en un salón elegante, donde sin esfuerzo alguno, con una dulzura casi voluptuosa y sin molestos contactos, se ganaba la salvación del alma. Reconocía una vez más el talento de los buenos Padres al admirar la decoración del templo.

Hácenlas venir de París y de Londres; traen grabadas las iniciales de sus dueños y encima la correspondiente corona de conde o marqués si el fumador lo es; guárdanlas en preciosos estuches, y cuando llega el caso de sacarlas para fumar lo realizan con tales cuidados y precauciones, que en realidad se convierten en objetos molestos más que útiles.

La de Raynal tenía la pasión, particularmente funesta en la mujer de un militar, de los cachivaches tan molestos como inútiles y costosos.

Menos aún los administrativos. El único que llamaba un poco la atención entre ellos era un joven delgado y pálido, con fino bigote negro, cuyos ojos negros y duros se fijaban con tal decisión en los convidados que rayaba en insolencia. Sin saber por qué, los que cambiaban con él una mirada se sentían molestos y separaban prontamente la vista. El director lo presentó como el médico de las minas.

Era él... Y la viuda, ante la realidad, no experimentó la emoción de momentos antes. No podía dudar. Era Teulaí, el bárbaro de sonrisa traidora, que la miraba con aquellos ojos más molestos y crueles que sus palabras. Contestó con un ¡hola! desmayado, y ella, tan grande, tan fuerte, sintió que las piernas le flaqueaban y hasta hizo un esfuerzo para que el niño no cayera de sus brazos.