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Actualizado: 22 de junio de 2025
Esta prolijidad y arreglo ha distinguido en su vida privada a don Juan Manuel Rosas, cuyas estancias eran citadas como el modelo de la disciplina de los peones y la mansedumbre del ganado.
Pero no sólo del terror nació mi piedad, que ahora creo que va de veras, sino también de amor de Dios, y de un deseo vehemente de seguir a millones de millones de leguas a mi modelo inmortal. Y para decirlo todo, sepa que en mucho, en mucho, debo al afán de no ser ingrata esta voluntad firme de hacerme buena.
El sauce protegía con sus llorosas ramas la tumba, y era lástima que no hubiese cabellos verdes, pues si tal existiera la ilusión sería completa. Al fondo nada le faltaba ya; era un modelo de perspectiva melancólica, hasta tal punto, que sólo quien tuviese corazón de peña podía verlo sin sentir gana de hacer pucheros.
Estaba persuadido de que si la cordobesa que yo pintase no era un tipo sui generis, era porque yo no sabía pintar lo que estaba viendo de un modo claro. Me decidí, pues, desde entonces a hacer esta pintura, confesando con ingenuidad que, si no sale original y nueva, la culpa será mía y no del modelo. Una cosa me turba aún y dificulta mi propósito.
He aquí el modelo de su estilo: «Al estudiar concretamente los importantes problemas que se relacionan con el fomento de los intereses generales, base de la prosperidad individual y colectiva, no puede desconocerse, en manera alguna, lo mucho que en su resolución influye una acción sistemática y continua, en lo que toca a la administración pública, tan poderosa para remover los múltiples obstáculos que estorban la marcha próspera de un determinado país.
Con los grandes productos, que sacaron las cofradías del teatro de la Cruz, compraron en el año de 1582 otro corral con sus accesorias en la calle del Príncipe, y lo convirtieron también en teatro, tomando á aquél por modelo.
Su traje, que seguramente fué hecho por ella misma en la cárcel para aquel día, sirviéndole de modelo su propio capricho, parecía expresar el estado de su espíritu, la desesperada indiferencia de sus sentimientos, á juzgar por su extravagante y pintoresco aspecto.
El mundo que veían era tomado como un oscuro modelo y pronóstico del mundo ideal más allá de la tumba. Dios era un poderoso emperador, un trascendental Diocleciano o Constantino, haciendo su gusto con lo suyo. Sus edictos corrían al través del espacio y del tiempo, sus castigos eran eternos, y cualesquiera que fuese, su justicia no podía ser discutida.
Y Amparito lo sacó, en efecto, del agua, y lo entregó inocentemente al ingeniero, que se puso a secarlo con el pañuelo, prodigándole cuidados exquisitos y diciendo al mismo tiempo: ¡Pero qué brazo tan precioso tiene usted, Amparito!... ¡Qué blancura!... ¡Qué cutis delicado!... ¡Y qué bien torneado sobre todo!... El brazo de la mujer ha de ser así..., redondo y fino, como el de la Venus de Médicis... La disminución hacia la muñeca debe ser gradual y proporcionada... La verdad es que si el resto del cuerpo corresponde al brazo, es usted una de las mujeres mejor formadas que un artista puede apetecer para modelo... Las mujeres bien hechas son ahora bastante escasas.
Pero ha sido para usted una amiga muy buena le argumenté. Según lo que yo he podido ver, ha sido la más cómoda de las damas de compañía. La verdaderamente modelo es aquella que desaparece por completo cinco minutos después que ha entrado en la habitación manifestó Mabel. Sí suspiró, supongo que no debo quejarme cuando recuerdo esas viejas regañonas en cuyo poder están otras niñas.
Palabra del Dia
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