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Actualizado: 10 de mayo de 2025


De-Hinchú dije con gravedad, quisiera que para mi propia satisfacción me tradujeras aquella frase china que mi privilegiado compatriota, el divino Webster, pronunció públicamente en cierta solemne ocasión. Mirome el chino fijamente y sus negros ojos centellearon. Después contestó gravemente. Señor, Webster dice: Niño chino hacer yo muy tonto. Niño chino hacer mi muy enfermo.

Y mirome a la cara con esa franca y serena mirada de sus espléndidos ojos, en los cuales se reflejaba una expresión llena de asombro, casi como los de una criatura. Su carácter era extrañamente complejo.

Señorita le dije repentinamente me ha retirado usted su amistad, pero la mía le ha quedado entera. ¿Me permite darle una prueba de ella? Miróme, y murmuró un tímido . Sépalo, pobre hija mía: se pierde usted. Levantóse bruscamente. ¡Me vió la otra noche en el parque! exclamó. , señorita. ¡Dios mío! dijo dando un paso hacia . Señor Máximo, le juro que soy honrada.

"¿Y adonde se hallará ése, decía yo entre , si Dios agora de nuevo, como crió el mundo, no lo criase?" Andando así discurriendo de puerta en puerta, con harto poco remedio, porque ya la caridad se subió al cielo, topóme Dios con un escudero que iba por la calle, con razonable vestido, bien peinado, su paso y compás en orden. Miróme y yo a él, y díjome: "Mochacho, ¿buscas amo?"

Mirome el primero con penetrante encono, el segundo con altanero desdén y el tercero con curiosidad. Señora dije a la condesa usted se ha exaltado sin razón, interpretando mal un hecho que en no tiene malicia alguna. Y le conté lo ocurrido, disfrazando de un modo discreto los accidentes que pudieran ser desfavorables a las pobres niñas.

Jamás las sacará usted de otra parte. Es preciso exclamó la joven con una especie de violencia. Además ya no tiene remedio. Este acceso no ha sido sino una sorpresa... Todo lo que es bello y todo lo que es amable... quiero odiarlo y lo odio. ¿Y por qué? gran Dios. Miróme á la cara y agregó con un gesto de dignidad y de dolor indecible: Porque soy bella y no puedo ser amada.

Miróme y dijo: "Irá vuestra merced, señor licenciado, en ese borrico con harto más descanso que yo con todo aparato." Yo, que entendí que lo decía por coche y criados que dejaba atrás, dije: "En verdad, señor, que lo tengo por más apacible caminar que el del coche; porque aunque vuestra merced vendrá en el que trae detrás con regalo aquellos vuelcos que da inquietan."

Apenas me hubo visto uno de tres pastores que el ganado guardaban cuando diciendo: "¡To, to!" me llamó, y yo, que otra cosa no deseaba, me llegué a él, bajando da cabeza y meneando la cola. Trújome la mano por el lomo, abrióme la boca, escupióme en ella, miróme las presas, conoció mi edad, y dijo a otros pastores que yo tenía todas las señales de ser perro de casta.

Palabra del Dia

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