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Actualizado: 6 de mayo de 2025
A tal pregunta respondería yo: Si alguien cree ó espera todavía en España, que podemos tener en Cuba un millón y seiscientos mil conciudadanos para que compren productos de la Península á mucho más elevado precio que pueden comprar productos semejantes importados de otros países, menester es, en mi opinión, que renieguen de tal creencia y que desistan de tal esperanza.
No por mil francos, no por un millon de francos, consentirian los ingleses que pasara á manos de extranjeros un baston de cualquiera de sus personajes históricos. Si yo no codiciara en este mundo otra cosa que un talego de oro, me consideraria feliz poseyendo un baston de Cromwel, de Milton, Shakspeare, de cualquier Richelieu inglés, ora político ó literario.
Es una curiosidad sorprendente para el extranjero, recorrer estas calles de diez á once de la mañana y de cinco á seis de la tarde, ir mirando á derecha é izquierda, y ver la mesa interminable á que asiste una poblacion de millon y medio de almas.
Al fin, un día nos dió una orden á gritos: «¡Ofrézcanles un millón, y acabemos!...» Imagínese, profesor, ¡más de dos mil francos por metro! ¡como en el centro de las grandes capitales!... Subimos á su casucha. Ni pestañearon al oir la cifra. La vieja, que era la más inteligente, dejó que el apoderado y el notario de Su Alteza le explicasen lo que era un millón.
Al día siguiente de llegar del convento, al pasar por delante de su despacho, le veo muy atareado con el pocillo de la tinta de China a un lado y el tiralíneas en la mano... ¡Vaya, cuadrito tenemos! dije para mí. ¡Ya verás, saleroso, lo que hago yo con tus litografías! Por la tarde me lo entrega con mucha ceremonia. Yo lo recibo con la misma y le doy un millón de gracias.
Estos cuatro patios, en medio de los cuales, precedida de la calle de cipreses, se erguía la iglesia con su campanario, como un enorme ciprés de piedra, formaban el conjunto de aquel majestuoso edificio. El techo se componía de un millón de tejas, sujeta cada una con un gran clavo de hierro, para evitar que las arrancasen los huracanes en aquel sitio elevado y próximo al mar.
La aritmética, no crea el lector que la desdeño; pero no es lo que está más en armonía con mis aficiones, y siento que mi alma se anega entra el oleaje contínuo de tanto millon. No obstante, me he detenido en la anterior reseña más de lo que pensaba, atendida la índole de estos apuntes, porque la estadística tiene en nuestro siglo una influencia incalculable.
Habría escrito al kaiser ó á Hindenburg, enviándolos un millón, dos millones, lo que pidieran. «Ya que ustedes restablecen la esclavitud y saquean los pueblos, ahí va dinero. Devuélvanme á mi hijo.» Y lo tendría ya á mi lado. ¡Pero soy pobre!... ¡Si supieras cómo amo ahora el dinero, sólo por él!
En esto le vino al pensamiento cómo le haría, y fue que rasgó una gran tira de las faldas de la camisa, que andaban colgando, y diole once ñudos, el uno más gordo que los demás, y esto le sirvió de rosario el tiempo que allí estuvo, donde rezó un millón de avemarías. Y lo que le fatigaba mucho era no hallar por allí otro ermitaño que le confesase y con quien consolarse.
"¿No? dijo al mismo punto , pues oiga vuestra merced un pedacito de un librillo que tengo hecho a las once mil vírgenes, adonde a cada una he compuesto cincuenta octavas, cosa rica." Yo por excusarme de tanto millón de octavas, le supliqué no me dijese cosa a lo divino, y así me comenzó a recitar una comedia que tenía más jornadas que el camino de Jerusalén.
Palabra del Dia
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