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Actualizado: 18 de junio de 2025


Le había traído un paquete de rosquillas. ¿Y Juan Pablo? Al fin se arreglaría todo. Seguramente no iba a las islas Marianas, pero quizás le tendrían en el Saladero quince o veinte días. «Y merecido, hija. ¿Para qué se mete a buscarle el pelo al huevo?».

Y en el momento en que recibía el merecido sermón de su capitán, Juan se decía: ¡La más linda es madama Scott! La maniobra se divide todas las mañanas en dos partes, con intervalo de diez minutos, durante los cuales los oficiales se reúnen a conversar. Juan se mantuvo separado, solo, con los recuerdos de la víspera.

Creyendo estoy, á fe mía, que eres tan ruin de alma como de cuerpo y que tienes merecido el trato que recibes. Gran verdad decís, señor caballero, repuso el de la maza, que es éste Pedro el Bermejo, salteador de caminos y con más de una muerte sobre la conciencia, terror por muchos meses de Chester y toda la comarca.

Así fue que para evitar el ser expulsados como bocas inútiles, nos ofrecimos a hacer fuego para cooperar a la defensa. Y aquí tiene usted cómo he servido a las órdenes del capitán Raynal y merecido ser comparada con la tía Liette, lo que me halaga mucho, hoy sobre todo. ¡Y si hubieras visto qué valentía y qué buen humor, tía Liette!

De cinco años á esta parte, poco mas ó menos, comenzaron los Miguelistas en las cabezas de sus tierras á perseguirlo como ladron; y si cierto sacerdote no hubiese intercedido al capitan de los estancieros, lo hubieran muerto, como lo tenia bien merecido. Pero dejándolo vivo, lo llevaron á su pueblo con casi 20 de sus paisanos ó compañeros.

Seguro ya del cariño de la hija, tuvo que pensar en la madre, que hasta entonces sólo había merecido su atención como una dama de aspecto imponente, muy digna de respeto, pero que siempre se mantenía en último término, cual si desease ignorar la existencia del ingeniero.

Ansioso o incrédulo, no pudiendo creer en tanta felicidad, se pregunta: ¿Cómo es posible que sea para esta dicha inmensa... que no he merecido?... No, Juan, yo he conocido en usted la grandeza de la energía, la hermosura del espíritu de sacrificio, y usted ha penetrado en mi corazón haciéndome admirar la nobleza de una alma generosa dedicada al deber y al trabajo.

¡Pero qué infame! volvió a decir Fortunata, mirando a su tía con los ojos llenos de lágrimas . ¿Pues no ha tenido el atrevimiento de decirme, entre bromas y veras, que yo estaba enredada con Ballester? De seguro que no lo cree. Aguanta, que todo te lo tienes bien merecido. Ni vengas a que yo te consuele... Acudiendo con tiempo, no digo que no.

El amigo del gran poeta, y primer editor de sus obras, hubiera merecido mayor gratitud de la posteridad, si hubiera empleado el tiempo, que destinó á sus pomposos y alambicados elogios, en recoger noticias biográficas más completas de su vida. Las más importantes, que ofrece, son las siguientes: D. Pedro Calderón de la Barca nació en Madrid el día 17 de enero del año de 1600.

La idea y juicio, que nos ha merecido esta clase de composiciones dramáticas, fúndase en la razón de que los poetas nunca han empleado esos nombres, proviniendo principalmente de la mayoría de los espectadores que asistían con más asiduidad al teatro, y siendo sus caracteres distintivos, pueriles, sandios ó mal definidos.

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