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Actualizado: 18 de junio de 2025
O tu, divino espiritu, que alcanzas Ya el premio merecido á tus deseos, Y á tus bien colocadas esperanzas: Ya en nuevos y justisimos empleos, DIVINO HERRERA, tu caudal se aplica, Aspirando del cielo á los trofeos.
Mi púrpura vestidle y que en Granada entre á la par conmigo, y á mi diestra: con mi estandarte Real en las batallas, á mi lado de hoy más lidiar le vean, y en su poder y en su favor conmigo honrado premio y merecido tenga: y ¡sús! á recoger, que ya el cristiano ha pasado en desórden la frontera, y á Granada llevemos la victoria y del vencido la perdida presa.
La cólera me arrebata al fin, y digo: ¡Habla, o te pego como a un perro! ¡Pega! me dice; lo tengo bien merecido... Merecido o no, vas a responderme. Y entonces, en medio de las lágrimas, de los remordimientos, de las súplicas de ambos, oigo toda la bonita historia.
Madre abuela dijo Pepa , vea usted a Paca que está llorando por Medio pollito. ¿No es verdad que todo lo que usted nos ha contado no es mas que un cuento? Por supuesto saltó Momo que nada de esto es verdad; pero aunque lo fuera, ¿no es una tontería llorar por un bribón que llevó el castigo merecido?
En la estación les esperaba el sirviente de la familia de Fraga, Rufino Mejía, uno de esos tipos criollos, sanos de cuerpo y de alma, que tenía en la casa sueldo de gran sirviente y prerrogativas de patrón, bien merecido todo en quince años de leales servicios, durante los cuales no había podido convencerse de que Lorenzo los había vivido también.
Diré, sin embargo, que es, en mi sentir, persona apasionada, movida por quejas justas, y que deja notar en cuanto afirma cierto enojo harto motivado, que tal vez le impulsa á ir más allá de lo merecido en la reprobación y en la censura.
Pero, concebidos en el mal, esos amores llevaban en sí el germen de la destrucción; ninguno de ellos había dejado de hacerle sentir su podredumbre, todos le habían enfermado el alma; pero aquello no era más que su castigo merecido.
Crea usted, que lo que hubiera convenido y lo que todo esto hubiera merecido, es que nosotros hubiéramos imitado á Agatocles. ¿Y quién fué ese caballero? preguntó don Prudencio. Pues Agatocles contestó D. Valentín fué un célebre tirano de Siracusa, con quien se condujeron los cartagineses sobre poco más ó menos, como los yankees con nosotros.
Recordó muchas novelas en las que el lector suspira de satisfacción al ver que el héroe, simpático y modesto, puesto en peligro de morir por el «traidor» de la obra, más fuerte y malo que él, no sólo salva su vida, sino que además mata por una feliz casualidad á su adversario, con lo que se demuestra la existencia de algo superior y equitativo que las más de las veces parece que duerme, pero en ciertos momentos despierta, dando á cada uno su merecido.
PROCLO. Te equivocas. Lo que hace la filosofía es reforzar las prendas que cada uno tiene. Al tonto no le vuelve discreto, ni al discreto tonto; pero al discreto le hace discretísimo, y al tonto tontísimo. EUMORFO. Salvo el merecido respeto, te declararé entonces que tú propio te condenas. PROCLO. ¿De qué suerte?
Palabra del Dia
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