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A principios de Setiembre, habiendo llegado a estar tres días sin mentar para nada aquel galimatías del alma, las dos señoras estaban muy alegres confiando en que pasaría pronto el ramalazo. Volvieron los paseos de noche, y por fin le permitieron salir solo, y reanudó sus trabajos en la botica, cuidadosamente vigilado por Ballester. Fortunata tenía además otros motivos de hondísima pena.

En todo cuanto decía su pobre marido encontraba ella pensamientos pecaminosos; todas las acciones de él eran mundanas: le quemaba los libros, le sacaba el dinero para obras pías, le llenaba la casa de padres misioneros, teatinos y premostratenses; y en cuanto se hablaba do conciencia y de pecados, empezaba á mentar los de todo el mundo, sacando á la publicidad de una tertulia frailuna la vida y milagros del vecindario, para condenarla como escandalosa y corruptora de las buenas costumbres.

Fuera del capellán de la Anunciación y de un religioso franciscano de San Antonio, las personas que allí estaban volvieron a verle con ultrajante naturalidad; y, al mentar, uno que otro, su jornada, lo hicieron en términos tales, que parecían referirse a la diligencia más o menos provechosa de algún alguacil.

Su marido mató al músico; y luego su buena amiga y pariente, la reyna Isabel, que se decia doncella, le mandó cortar la cabeza en un cadahalso colgado de luto, después de haberla tenido diez y ocho años presa. ¡Cruel suceso! respondió la señora; y se entregó de nuevo á su afliccion. Bien habréis oido mentar, siguió el consolador, á la hermosa Juana de Nápoles, que fué presa y ahorcada.

Admitióse la propuesta, y se acostó Su Excelencia por el suelo, porque estando en pié su cabeza era muy mas alta que las nubes; y nuestros filósofos le plantáron un árbol muy grande en cierto sitio que Torres ó Quevedo hubiera nombrado por su nombre, pero que yo no me atrevo á mentar, por el mucho respeto que tengo á las damas; y luego por una serie de triángulos, conexôs unos con otros, coligiéron que la persona que median era un mancebito de ciento y veinte mil piés de rey.

Tornaron a reanudarse nuestras sabrosas pláticas a la reja. Por algunos días fui dichoso. Sin embargo, los celos de Gloria no habían desaparecido por completo. Lo mismo era mentar la casa de Anguita que se ponía de mal humor y me hablaba en tono desabrido, por lo cual procuraba ir a ella lo menos posible. En una de estas noches dio un baile el conde del Padul.

Jacobo Melín, de oficio jugador, después de un silencioso viaje en la misma diligencia que la maestra, arrojó una botella a la cabeza de un apreciable colega, por el atrevimiento de mentar su nombre en una taberna.

Oía su misa los domingos y confesaba muy de tarde en tarde; mas de este paso regular no la sacaba nadie. Desde un día en que disputando con su sobrino sobre este tema, se amontonaron los dos y por poco se tiran los trastos a la cabeza, no quiso doña Lupe volver a mentar a los carcundas delante de Juan Pablo.