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Actualizado: 27 de junio de 2025


De esto y del desastroso fin de todos ellos, nació en Doña Hermenegilda un aborrecimiento tan vivo de las guerras, que no se le podía mentar nada de lo tocante al fiero Marte y su culto sangriento.

La cosa fué, ¿sabe usted?, que su padre no podía ver a mi familia. ¿Qué habrá sido de Perico? ¿Se llama Perico? , Perico Caramanzana. ¡Y qué bien le iba el nombre! Tenía la cara fresca, coloradina y alegre, como una manzana. ¿Por eso le decían Caramanzana? Es su verdadero apellido. El padre se llamaba Apolonio Caramanzana. Le habrá oído usted mentar. ¡Ah!, era el mejor zapatero de España.

Pedro, por su parte, no dejaba de mentar á menudo esta romería, que era también la suya, y de prometérselas muy felices para cuando llegase, lo cual aguijaba más y más el deseo de su señora. Decidió por fin ésta, con la venia de su marido, acudir á ella y dijo á Pedro: Si no fuese porque no quiero impedir que te diviertas á tu sabor, serías mi acompañante en la expedición.

Por fin, no pudiendo resistir a las monerías de su mujer, no tuvo más remedio que decidirse. Ya estaban las cabezas sobre las almohadas, cuando Santa Cruz echó perezoso de su boca estas palabras: «Pues te lo voy a decir; pero con la condición de que en tu vida más... en tu vida más me has de mentar ese nombre, ni has de hacer la menor alusión... ¿entiendes? Pues se llama...».

Tampoco hizo mal, en mi sentir, en ocultar su personalidad y en no mentar su yo, lo cual no sólo demuestra su humildad y modestia, sino buen gusto literario, porque los poetas épicos y los historiadores, que deben servir de modelo, no dicen yo, aunque hablen de ellos mismos y ellos mismos sean héroes y actores de los casos que cuentan.

En las conversaciones de los días siguientes tuvo el buen acuerdo de no nombrar a la familia ni los Cigarrales, ni mentar cosa alguna que pudiese relacionarse con el importuno asunto de sus futuras bodas.

Y ruégole a vuestra merced que no se acuerde más de aquel maldito brebaje; que en sólo oírle mentar se me revuelve el alma, no que el estómago.

Fuerza es, decia, que hayan los hombres estragado algo la naturaleza, porque no naciéron lobos, y se han convertido en lobos. Dios no les dió ni cañones de veinte y quatro, ni bayonetas, y ellos para destruirse han fraguado bayonetas y cañones. Tambien pudiera mentar las quiebras, y la justicia que embarga los bienes de los fallidos para frustrar á los acreedores.

Hasta ahora admirable. Jamás se le ocurre a mi hija mentar en la conversación a los que yo le doy por buenos muchachos. En cambio, ¡cuántas veces me dice muy risueña!: "¿Sabes, papá, que hoy he visto a aquel amigo tuyo tan perdis? No se puede negar que tiene gracia en la cara y que parece un chico fino. ¡Es lástima que no formalice!"

Tales son un distinguido compañero nuestro, que no nombro, porque está presente y ofendería su modestia, y el filósofo espiritualista de Béjar, D. Nicomedes Martín Mateos, a quien me complazco en mentar aquí y con cuya buena amistad me honro.

Palabra del Dia

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