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Actualizado: 3 de septiembre de 2025
Salió ganando la Iglesia, porque los infelices menestrales comenzaron a ver visiones y pidieron confesión a gritos, arrepintiéndose de sus errores con toda el alma. Y nada más: a eso se había reducido la revolución religiosa en Vetusta, como no se cuente a los que comían de carne en Viernes Santo. Don Pompeyo no creía en Dios, pero creía en la Justicia.
Los ocho músicos de que constaba la banda vestían aún, cuando iban a tocar de ceremonia, el antiguo uniforme de la extinguida institución defensora de nuestras libertades. Eran los músicos menestrales o jornaleros de los más listos; no tocaban mal, y siempre el Municipio les pagaba un buen estipendio: seis y hasta ocho reales a cada uno.
Los menestrales desaparecían, tragados por los ejércitos, y las ciudades se llenaban de inválidos y veteranos arrastrando la roñosa tizona, única prueba de la valía personal.
El sol se había puesto, caía la tarde; paseaban por las calles galanes y soldados, haciendo señuelos a sus enamoradas; los menestrales dejaban sus trabajos, y se iban cerrando comercios y tiendas. En aquellos tiempos se trabajaba de día y se descansaba y se dormía de noche, salvos los rondadores y la gente maleante, que lo hacían al revés.
Porque no sólo don Rosendo se levanta como impulsado por un resorte y se apresura con mano trémula a ponerse el abrigo para salir, sino que por todo el concurso se esparció un fuerte rumor acompañado de viva agitación que estuvo a punto de interrumpir el diálogo pastoril. Los menestrales del patio lanzáronse acto continuo a la calle.
Escaseaban los jornaleros y menestrales, porque de los barrios bajos partían diariamente muchos hombres a engrosar las partidas de Toledo y la Mancha; y a pesar de los brutales bandos del General francés, ni faltaban armas en las casas, ni los fugitivos partían con las manos vacías.
Bueno; entonces al pasar por delante de casa recogeré el roten. Dejaron atrás las calles principales, no sin que Piscis se detuviese en su domicilio un instante, para dar cumplimiento a lo que acababa de manifestar. Muy pronto alcanzaron las extremidades de la villa, donde habitaban, por regla general, los menestrales.
En virtud de un rescripto dirigido al municipio de Oporto, fecho en Lisboa el 30 de Mayo de 1560, prohibió más tarde el rey D. Sebastián los abusos, que se habían deslizado ya en la procesión del Corpus de esa ciudad, apareciendo de él que se elegían anualmente cinco ó seis doncellas de las más hermosas, hijas de menestrales, para representar á Santa Catalina, Santa Clara y otras Santas, y que no siempre guardaban el decoro que convenía á sus papeles.
Bandas de gitanos, titiriteros, músicos y cómicos recorrían el país, y eran generalmente bien recibidos por el placer que proporcionaban. Cantares y danzas embellecían las reuniones, y hasta los humildes menestrales, después de concluir sus faenas cuotidianas, dedicaban algunas horas al recreo.
Nieves era rica; su primo, tanto o más que ella; los dos eran ramas, por un lado, de un mismo e ilustre tronco; y por el otro, allá se andaban también, porque si el padre de Nacho era hijo de pobres y obscuros menestrales de Villavieja, la madre de Nieves procedía directamente de un bodegonero de Triana y de una lavandera de Carmona.
Palabra del Dia
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