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Actualizado: 16 de junio de 2025
Saludo el heroísmo majestuoso de la vieja guardia. Y sin prestar atención a la palabra risueña pero un tanto fuerte con que la exuberante madama contestaba a su saludo, Isidro se apresuró a huir tras de Manzanares, que se había despegado del grupo. Empezaba el concierto matinal en la terraza del café. Circulaban los camareros con grandes bandejas cargadas de sándwichs y tazas de caldo.
Estuve conforme con que debíamos ir y ver por nuestros propios ojos la misteriosa casa; por lo tanto, después de pasar una noche tranquila y agradable en el Devonshire, partimos al día siguiente para Yorkshire en el primer tren matinal.
Adalberto, ¿no tienes noticias de Roberto? preguntó con voz ruda y metálica, que debía penetrar hasta en los menores rincones de la casa. La pregunta pareció desagradar al anciano, quien movió la cabeza como si hubiera querido rechazarla lejos; ella turbaba su quietud matinal. Un hijo muy afectuoso, hay que confesarlo continuó ella, y su amarga sonrisa se acentuó aún más.
Casi tendido en el automóvil contempló el desfile de calles y paseos, que volvían ahora a su memoria como vagas imágenes de viajes anteriores, pero con grandes reformas. Corrió la Avenida, poco concurrida a aquella hora matinal.
Luego, como si este saludo matinal los hubiera saciado por el momento, buscaron la sombra de un toldo, y sentados en dos sillones, contemplaron el Océano en dulce quietismo, mirándose sin palabras. Fernando la examinaba a la luz del sol, gozándose con extraña crueldad en su desencanto, cada vez mayor.
En este ejercicio y en la misa matinal, las recogidas, como las madres, entraban en la iglesia con un gran velo por la cabeza, el cual era casi tan grande como una sábana. Lo tomaban en la habitación próxima a la entrada, y al salir lo volvían a dejar después de doblarlo.
Así, la caída de Lauffen nos pareció mas hermosa y poética que sublime y aterradora, á la luz del sol de la tarde y bajo los resplandores del crepúsculo matinal. Pero durante la noche, cuando la contemplamos desde los altos balcones de nuestro aposento, á la luz melancólica de la luna, nos pareció de una hermosura imponderable.
Han transcurrido doce años desde la última vez que estuve en París... ¡Ay! Reconozco que mi aspecto ha cambiado mucho. Y Robledo, al decir esto, volvió á verse tal como se contemplaba todas las mañanas en el espejo, con ojos de conmiseración, mientras procedía á su limpieza matinal. Era todavía vigoroso y gozaba de excelente salud; pero la vejez había empezado á marcar en él sus devastaciones.
Era el sábado santo y faltaba menos de una hora para la misa de Gloria en la Iglesia Mayor. Un reloj acababa de golpear nueve campanadas. Costábale mucho levantarse tan temprano. La caricia matinal de las holandas la amortecía la voluntad, haciéndola soñar en goces indefinidos.
Palabra del Dia
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