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Actualizado: 26 de julio de 2025
¿Regañar?... Me armaron una escandalera atroz... Por supuesto, yo te negué con más desvergüenza que San Pedro a su Maestro... ¡Qué quieres, hijo..., las circunstancias!... Me preguntaron si te conocía... «En mi vida le he visto», contesté. «Pues ha estado en Marmolejo cuando tú.» «Pues no he reparado en él.» No es fácil que se hayan tragado la bola, porque es muy gorda; pero Daniel no debió de decirles nada.
Después de dar unas cuantas vueltas por la galería se fueron hacia arriba, y yo al poco rato manifesté al señor Paco deseo de subir también a ver el parque que en la orilla del río han formado recientemente para esparcimiento y recreo de los bañistas. Es una gran terraza natural sobre el Guadalquivir, con que termina la falda de la colina en que Marmolejo está asentado.
Puesto que ya cuarenta y una veces le he repetido que la adoro, como usted dice, no necesito expresárselo de nuevo. Desde que la vi y la hablé en Marmolejo, me tiene usted prisionero por la admiración y el cariño. En sus manos está mi suerte y espero con zozobra mi sentencia. Gloria tardó unos instantes en contestar. Tosió poco, y dijo al cabo: Ha llegado el momento fatal.
Me la alargó, y yo, como es lógico, traté de besarla; pero la retiró con fuerza. No, eso no. Aguarda un poco, te daré el crucifijo, como en Marmolejo repuso riendo. Prefiero la mano. ¡Hereje, vete! Dios está en todas partes. Pero, en fin, si quieres darme el crucifijo, lo guardaré con cariño como un recuerdo. Espérate un momentito. Tengo aquí el hábito.
Prepárese usted, que allá van... Señor don Ceferino, mentiría si te dijese a usted que desde los primeros días en que hablé con usted en Marmolejo no había comprendido que me estaba usted galanteando. Es más, yo creo que aquel beso que usted dio en el crucifijo de la madre Florentina la primera vez que nos vimos, se lo dio usted a mi salud...¿Se ríe usted? Bien; es que no ando descaminada.
El catalán le respondía con malos modos, cuando le respondía, que no era siempre. Yo satisfice de buen grado su curiosidad. Quedó encantado al saber que iba a Marmolejo. También él se dirigía a este punto, a curarse una afección de la orina. Pero, hombre exclamó el catalán groseramente, ¿no dice usted que tiene usted unos polvos que lo curan todo?
En esta época el valeroso Marmolejo, que marchaba con refuerzos al fuerte de Buhayen, retó al Sultán de Mindanao, el cual, si bien no aceptó el combate personal á que éste le citaba, esperó con más de 200 embarcaciones á la única que montaba Marmolejo.
Pero después que ambas primas hubieron resuelto este punto, quedó otro más difícil: la cuestión del permiso. Doña Tula se negó a darlo. Gloria estaba haciendo en su casa una vida conventual. Desde que se descubrió el galanteo de Marmolejo, sobre todo, la tenían terriblemente sujeta.
Gloria fue la primera invitada, porque Isabel afirmó en voz alta que no había en Sevilla quien las bailase como ella. No se hizo de rogar. Costó gran trabajo reducirle a que lo hiciese. Confieso que, aun placiéndome mucho, no me causó la impresión que en Marmolejo. Gloria en hábito de monja no diré que estaba mejor que ahora con su vestido rojo; pero, desde luego, era aquello más original.
Me preguntó con voz débil, como si quisiera exhalar con aquella pregunta el último aliento, qué se me ofrecía. Cuando le dije que venía en busca de alojamiento y recomendado por el dueño del Hotel Continental de Marmolejo, abrió la puerta diciendo: «¡Ah!» Después, haciendo otro supremo esfuerzo sobre sí mismo, dijo: «Matilde, Matilde», dos veces consecutivas.
Palabra del Dia
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