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Actualizado: 24 de junio de 2025
Y marchando, llegué á las cuatro de la tarde al parage de la Estacada, que dista 6 leguas: y dando algun descanso á la tropa, marché de trasnochada, y llegué al salir el sol á la quinta de D. José Lagos, que dista de la Estacada 16 leguas, y del pueblo tres, donde me mantuve todo aquel dia.
Si la mujer falta, divorcio al canto, y dejar que obre la lógica, pues ella castiga sin palo ni piedra». Y Fortunata se persignaba, llena de admiración, diciéndose: «¿Pero será verdad, Dios mío, que a mi marido le ha entrado un gran talento, o estas cosas que dice son farsa para tapar una mala idea? ¿Qué haré yo para que se marche pronto?
Se desdoblaba su interior, surgiendo junto á la mujer de gustos frívolos ansiosa de comodidades y grandezas, otra que era la de las temibles energías, la de las extremas resoluciones en las horas difíciles, la que no vacilaba ante la crueldad. Y esta mujer, al despertarse, aconsejaba imperiosamente á su compañera: «No dejes que se marche. El destino te lo envía.»
Yo empecé a estudiar los ojos y en poco tiempo dominé la catarata; pero yo quería más.... Gané algún dinero; pero mi hermano consumía bastante.... Al fin Carlos salió de la escuela... ¡Vivan los hombres valientes!... Después de dejarle colocado en Riotinto, con un buen sueldo, me marché a América.
Estos colmados andaluces resumen el carácter de la región: son pequeños, pintorescos y complicados. Salí del colmado, fuí a un café de la calle Ancha, tomé unas copas de licor y me marché de allí dispuesto a todo. Era ya de noche; mis botas metían un ruido tremendo por las calles desiertas.
Yo tengo mis amigos y ella los suyos... Cada cual sus gustos... Ella está contenta y yo también. Vi que no sacaría nada de aquel zopenco y me marché, perseguido por la risa violenta de Sofía Jansien... ¡Con qué gusto la hubiera estrangulado!
Esto despertó mi curiosidad y marché hacia allí; pero no había dado dos pasos, cuando me detuve asombrado y estremecido, porque en el fondo de la plazuela, y en el ángulo que ésta formaba con una calle, vi una mano que me hacia señas; sí, una mano blanca que me llamaba. Dirigíme allá, y en unos cuantos segundos se disipó la ilusión.
Dile las gracias, y tan satisfecho me retiré del resultado de mis investigaciones, que el mismo día decidí marchar a Córdoba cuando estuviera restablecido. ¿Me seguirán ustedes, o, fatigados de estas aventuras, dejarán que marche solo a resolver cuestiones que a nadie interesan más que al que esto escribe?
Pues bien, compañeros exclamó el animoso jefe con voz alegre ; vamos a calentarnos con unos vasos de buen vino. Son las diez; que cada uno se marche a su aldea y se procure provisiones. Mañana por la mañana, a más tardar, es preciso que todos los desfiladeros se hallen perfectamente defendidos.
Así transcurrieron dos semanas, de beneficioso resultado para su bolsillo y de triste incertidumbre para don Juan, quien al cabo determinó escribir a su adorada; de lo que se originó nueva cita con Julia en la Plaza Mayor, y nueva carta, que a la letra decía estas palabras: «Cristeta de mi alma: Ha pasado qué sé yo cuánto tiempo desde que nos vimos; no tengo ya ninguna esperanza y, sin embargo, no me resigno a perderte. ¿Dejarás que me marche de Madrid?
Palabra del Dia
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