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La influencia de D. Pantaleón se sentía en todos los momentos y se extendía a los pormenores más insignificantes de la vida doméstica. Para salir a tiendas, para ir a paseo, para comprarse unas botas, para suscribirse al periódico de modas, para cambiar de panadero, se necesitaba acudir a su autoridad suprema. Mario la encontraba asfixiante, pero se sometía.

Mira, Mario, hacía días que necesitaba hablarte de un asunto bastante desagradable lo mismo para ti que para .

La reina envió por él para verlo y quiso que se le hiciese otro igual. No fue posible. Ninguna bordadora de Madrid osó comprometerse a ello. Las palabras de D.ª Fredes produjeron, como siempre, un efecto inmenso en la tertulia. Mario y Carlota estaban asombrados de todo aquello.

Timoteo sentía la superioridad de Grass en este punto, pero antes le hicieran rajas que confesarlo. Presentación era, con mucho, la más linda de las niñas que la industria y el comercio habían enviado a la boda de Mario. Por eso todos los jóvenes le bailaban el agua, acudían a servirla y festejarla como un tropel de esclavos.

Pero ya me parece vuelve Mario. GAYO MARIO torna á salir por las murallas, y dice: GAYO MARIO.

, hijo, ; ya hace tiempo que se ha agotado. Pero papá me ha llamado el otro día a su cuarto y me dio dinero. El semblante de Mario se oscureció. Quedó profundamente pensativo. No, aquello no podía tolerarse. Era preciso buscarse alguna ocupación donde quiera que fuese. Hasta entonces todas sus gestiones habían sido infructuosas.

Mario, a quien molestaban muchísimo las bromas cínicas de D. Laureano, hizo un esfuerzo penoso para sonreír y no contestó. La verdad es, querido Costa, que en nuestra corta y miserable existencia sólo hay un punto luminoso, un oasis ameno, la mujer.

Mario quedó sorprendido. ¡Ah! ¿De modo que porque Godofredo tiene un porvenir brillante está exento de cumplir sus palabras? ¡Eso es! replicó el padre Laguardia, sonriendo de igual modo insolente. Levantó un poco los pies para mecerse y chupó el cigarro con voluptuosidad.

Nunca, Marquino, hiciera Desatino tan estraño, Si nuestro futuro daño Como presente no viera: Avisemos este caso Al pueblo, que está mortal; Mas para dar nueva tal Quién podrá mover el paso? CIPION, JUGURTA, y GAYO MARIO. En forma estoy contento en mirar como Corresponde á mi gusto la ventura, Y esta libre nacion soberbia domo Sin fuerzas, solamente con cordura.

Cualquiera podría observar que una de las niñas, la más llena de carnes y redondita, pagaba algunas, no todas, de las miradas que Mario enfilaba en aquella dirección. Cuando esto acaecía, la joven sonreía leve y plácidamente mientras aquél hacía una mueca singular que nada tenía de sonrisa, aunque pretendía serlo.