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Actualizado: 13 de mayo de 2025


Desde que estás aquí, soy tres veces más feliz. Ya ves... él es bueno... y sabes que lo quiero mucho, mucho, pero... ¡está siempre tan serio! ¡me trata con tanta altura! Cualquiera diría que yo soy una criatura estúpida, sin sombra de inteligencia. Sin embargo, soy laboriosa y manejo la casa como una mujer madura.

Entre los empleados y agraciados suele haber también quejas y envidias. Fulanito se llevó un turrón más dulce y suculento que el mío, dice Menganito; y Perenganito exclama que el destino de Menganito es de mucho manejo y el suyo no lo es, de donde nace también no pequeño encono.

Conozco al tal Tránter, que no sólo es superior á vos en fuerza física sino muy hábil en el manejo de la espada. Pero Roger de Clinton tenía en las venas noble sangre sajona, y una vez irritado era muy difícil aplacarlo. Las palabras de Norbury que le indicaban un peligro acabaron de afirmarlo en su resolución.

Cuando la guerra del Rosellón... ya sabe usted que tomé parte en aquella campaña y que todos los triunfos se debieron a mi acierto en el manejo de la Artillería... La batalla de Masdeu, ¿por qué cree usted que se ganó? El general Ricardos me situó en una colina con cuatro piezas, mandándome que no hiciera fuego sino cuando él me lo ordenara.

Los que se dedicaban a su manejo parecían afligidos de una enfermedad moral: amarilleaban con la zozobra, temblando a cada paso, como si el aire se poblase de enemigos.

Tenían en las minas mozos hábiles en el manejo del barreno que gozaban entre ellos el mismo prestigio que un gran torero ó un pelotari famoso.

Se aplicó desde luego á disciplinar sus milicias, adiestrándolas en el manejo de las armas de fuego, pensando por entonces únicamente en sostenerse, hasta que pudiese verificar su reunion con el Comandante de la Paz, que debia salir á la cabeza de un cuerpo de tropas, para penetrar en aquellas provincias, y sosegarlas.

Sus brazos surgían exageradamente de las mangas del capote, cortas ya para ellos. La gimnasia ruda de las marchas y el manejo de la pala habían ensanchado sus muñecas y encallecido sus manos. El recuerdo de su hijo surgió en su memoria. ¡Contemplarle así, hecho un soldado, como su primo! ¡Verle sufrir todas las rudezas de la existencia militar... pero viviendo!

Gran marino, pero mediocre hombre de pelea, acostumbrado al tranquilo manejo de las cartas de navegar, al examen de los pilotos en la «Casa de Contratación» de Sevilla, y sin experiencia en los ardides de la guerra indiana, había bajado a tierra creyendo en los signos de paz de los indígenas, y éstos lo habían asesinado a la vista de sus gentes en las orillas del mismo río que acababa de descubrir, asando luego su cuerpo para devorarlo en sagrado banquete.

Muy celoso de su habilidad en la esgrima, a pesar de frecuentar asiduamente la sala de armas, ejercitábase también en su casa, tal vez para no hacer sabedor al público de todos los secretos de su manejo. La aparición de aquel hombre, en medio de los pensamientos que preocupaban a Juana y a su madre, las llenó de admiración y alarma.

Palabra del Dia

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