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Actualizado: 10 de julio de 2025
El café de la Paz era grande, frío; el gas amarillento y escaso parecía llenar de humo la atmósfera cargada con el de los cigarros y las cocinas; a la hora en que los dos amigos conferenciaban estaba desierto el salón; los mozos, de chaqueta negra y mandil blanco, dormitaban por los rincones.
El único signo de sus menesteres profesionales era un delantal de piel, que llevaba arrollado bajo el chaleco, habiendo dejado por descuido un ángulo fuera, al modo de mandil masónico. Existía notoria incongruencia entre Belarmino y su mujer. Xuantipa zamarreó a Belarmino y le arrastró por las solapas hacia fuera.
Tenía cuarenta años muy bien cuidados; amaba mucho, y se creía un lechuguino, en la esfera propia de su cargo, cuando dejaba el mandil y se vestía de señorito. Colás era un pinche de vocación decidida, colorado y vivo, de ojos maliciosos y manos listas. Los dos personajes, a más de la robusta montañesa que tenía a su servicio Visita, ayudaban a las damas en su tarea.
Juan Claudio se levantó como indignado, desatose el mandil, alzó los hombros y volvió luego a sentarse exclamando: ¿Sabe usted quién es ese loco? Pues se lo voy a decir. Es seguramente uno de esos maestros de escuela alemanes que se atiborran la cabeza de rancias historias del tiempo de Maricastaña y que las refieren con la mayor gravedad.
Por el momento nadie reparó en el joven; pero él se encargó de que reparasen en él dirigiéndose á un oficial que traía asida por las dos manos una descomunal cuajadera. ¿Queréis decirme le preguntó dónde está el cocinero mayor? Dejó el oficial la cuajadera sobre una mesa y se volvió al joven, limpiándose las manos en su mandil.
Yo la he visto en casa de este, con su gran mandil blanco, su falda bajera ceñida al cuerpo, la pantorrilla un poco al aire y los brazos un todo al fresco... colorada, excitadota.... El flamenco tragó saliva. Es la mujer X dijo sin poder contenerse . ¿Y él? añadió. ¿Quién? El sabihondo ese... ¡Ah! ¿don Saturnino? Pues tampoco fue a casa.
La avalancha de dolor se esparció por el castillo. A las pocas horas, todo él estaba ocupado; no había un lecho libre; las últimas camillas quedaron á la sombra de los árboles. Funcionaban los teléfonos incesantemente; los operadores, puestos de mandil, iban de un lado á otro, trabajando con rapidez; la vida humana era sometida á los procedimientos salvadores con rudeza y celeridad.
Los días de fiesta, el hombre se ponía el frac, un mandil y una porción de placas y triángulos, se marchaba a la logia y volvía perfectamente borracho. En la casa todo el mundo le admiraba, y el buen señor, que era muy ingenuo, me decía: Mi padre me hizo ingresar en la logia a los catorce años; tengo sesenta y cinco y he llegado al último grado.
No podían resistir la ausencia de Luna: necesitaban oírle, consultarle, y hasta el mismo zapatero, cuando el trabajo no era urgente, abandonaba su mesilla, y oliendo a engrudo, con el mandil plegado en la cintura y la cabeza en turbantada de pañuelos, venía a sentarse junto a la máquina de Sagrario. La joven fijaba con admiración los tristes ojos en su tío.
Veamos qué vianda habéis preparado á su majestad. Aquí está la lista dijo el oficial mayor dejando la cuchilla sobre un mantel, sacando un papel doblado del bolsillo de su mandil. Montiño desdobló con gran interés aquel papel y le recorrió.
Palabra del Dia
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