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27 Y de la tribu de los hijos de Aser, el príncipe Ahiud hijo de Selomi. 28 Y de la tribu de los hijos de Neftalí, el príncipe Pedael hijo de Amiud. 29 Estos [son] a los que mandó el SE

Con este motivo ordenó dicho Comandante hacer alto: formó la gente, tomando por espaldas la laguna. Mandó poner la artillería en tierra y montarla, y que la punteria, para en caso necesario, la hiciesen á la cabeza de la silla ó lomillos del ginete, teniendo las mechas prendidas y encendidas en el guarda-fuego, distribuyendo el órden de lo que debian egecutar los de la formacion.

Entreabrió a punto la mampara un paje, asomó la cabeza, y dijo a su señora que el familiar del Santo Oficio que había estado antes, había vuelto, y que decía que por la señora era venido; y doña Guiomar mandó le llevasen al estrado, y que le rogasen que allí esperase.

ALCALDE. ¡Orden!..., ¡que lo mando yo! MERLÍN. Señor alcalde, yo soy capaz de eso y de mucho más, porque cuando al hombre le asiste la justicia.... ALCALDE. ¿Jura usté? ¡ ó no! MERLÍN. Primeramente, como hombre bueno que soy de Cleto Rejones, propongo que se arreglen las dos partes. Á no me gusta hacer daño á naide cuando la cosa se puede rematar amistosamente.

En más de una ocasión salieron á batir esas partidas pequeño núcleos de fuerzas, al mando de los tenientes Cruz, Estévez, Delgado, Sacramento, Baster y Betancourt, los cuales procuraban acercarse todo lo que era posible á las lomas en que las partidas tenían sus campamentos, y desde allí les hacían fuego, produciéndoles siempre algunas bajas.

Al día siguiente se comenzó a limpiar la cubierta con los lampazos. El capitán mandó retirar todas las botellas y barriles, y prohibió al cocinero que sacara licores sin su consentimiento.

No le fue difícil llegar al despacho del señor Director. Al verle y darse a conocer y preguntar por el Sr. Rufete, se le vinieron tantas lágrimas a los ojos y la garganta se le obstruyó de tal modo, que tuvo que callarse. El Director, hombre compasivo, la mandó sentar, rogándole que se calmase.

El que nunca entró en la cocina de su casa y fue cuidado minuciosamente por su mamá, despreciando como cosas de mujeres todo lo que no fuese dar voces de mando y alinear soldados, lo primero con que tropieza en el ejército es con la necesidad de ser cocinero, sastre, zapatero, etcétera, aguantando muchas veces repulsas de sus superiores porque no demuestra pericia en estas faenas.

Y esto hecho, mandó traer la bula y púsosela en la cabeza; y luego el pecador del alguacil comenzó poco a poco a estar mejor y tornar en .

Miguel, previo el permiso de su madrastra, mandó al criado por una carretela a casa de Lázaro y por un palco a la de un revendedor conocido. Después que madre e hija se vistieron la clásica mantilla y Miguel cambió la levita y el sombrero de copa por la americana y el hongo, subieron los cuatro al carruaje. Eran las dos y media de la tarde.