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Actualizado: 21 de junio de 2025


Todos permanecen ante la puerta cobardes, mudos y quietos. El Caballero entra solo, y sus voces bajo la bóveda del zaguán, se alejan y se pierden. Los cuatro mancebos se retiran del balcón, unánimes en el impulso violento y fiero.

Allí estaban los pedagogos y Ricardo Tejeda. Me fué entrar. Todos se adelantaron a saludarme, menos mi amigo, el cual fingió que estaba muy engolfado en la lectura de «El Montañés». Mancebos y maestros de escuela me veían, de pies a cabeza, se miraban unos a otros, y sonrían maliciosamente. No dejaron de dirigirme algunas bromas. Ya es usted charro... me decía uno de los mancebos.

Como a unos tres cuartos de legua, en la dirección de Villatoro, habitaba, durante el verano, Urraca Blázquez de San Vicente, con sus dos hijos varones. El marido, Felipe de San Vicente, Comisario del Santo Oficio e individuo del Consejo de las Ordenes, pasaba la mayor parte del año en Madrid. Los dos mancebos eran el azote de aquel rincón de la sierra. Andaban siempre juntos y se aborrecían.

Los matices y variados del Jaragüí y las flores vivísimas de sus huertos y vergeles, eran más desmayados y menos ricos que los colores de las marlotas y capellares de los mancebos, y que las sedas, velos y tocas de las zagalas que acudían en tropel a entrar por la puerta de Elvira para encontrarse en el espectáculo.

La cuarta y última condición, en cuyo cumplimiento habéis de intervenir las tres doncellas que me estáis oyendo, es como sigue. Sólo me quedan dos minutos de vida, mas antes de morir os pondré en el palacio del Príncipe al lado de la taza de topacio. Allí irán los pájaros y se zambullirán y se transformarán en hermosísimos mancebos.

En la segunda víspera de Navidad se representaba el suplicio de San Esteban, y en la octava de los Inocentes una farsa burlesca, en la cual enmudecían los coros de mancebos, dirigiendo uno las funciones, que costeaba el arzobispo . Es probable que tales usos, peculiares á una ciudad catalana, fuesen comunes á las demás de España de la misma época.

Inca Yupanqui y los tres señores mancebos ya dichos, quedáronse en la ciudad con cada sendos criados que quedarse quisieron con ellos, los cuales criados se llamaban Pata Yupanqui, y Muru Uanca , y Apo Yupanqui, Uxuta Urco Guaranga; los cuales quedaron solos, que no quedó con ellos otra persona más destos criados suyos.

En efeto, él representaba el más rústico y disforme bárbaro del mundo. Bajó con él la guía de los dos, y trabándoles de las manos, los presentó ante Monipodio, diciéndole: Estos son los dos buenos mancebos que a vuesa merced dije, mi sor Monipodio: vuesa merced los desamine, y verá como son dignos de entrar en nuestra congregación. Eso haré yo de muy buena gana respondió Monipodio.

El secretario no es mal mozo tampoco; pero al que yo, no por qué, le he tomado afición, es al escudero. te casarás con el escudero, replicó la Princesa. Mi doncella, si gusta, se casará con el secretario, y ambas seréis mandarinas y damas de mi corte. Tu sueño no ha sido sueño, sino realidad. El corazón me lo dice. Lo que importa ahora es desencantar a los tres pájaros mancebos.

Noticia los mancebos han tenido De aquellas provisiones con que vino Valero

Palabra del Dia

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