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Actualizado: 25 de octubre de 2025
Un amigo viene á buscarnos muy de mañana, y á propuesta suya, hemos empleado casi todo el dia en ver á Paris desde tres puntos diferentes: desde lo alto del arco del Triunfo, desde una orilla del Sena, y desde las alturas de Montmartre. La vista desde el arco es extensa, varia, pintoresca, rica, grandiosa.
Después de comer reanudamos la partida, que fue prolongándose y prolongándose hasta las diez de la mañana del día siguiente... Yo quería seguir jugando aún; pero mis compañeros se rehusaron porque se caían de sueño, y me prometieron el desquite para cuando lo pidiese... Porque yo perdía... ¿Cuánto?
Adornaron el cuarto de la enferma de blanco, lo cubrieron de sobrecamas y trajeron flores y estampas religiosas. En el momento de darle el Viático había unas mujeres en el pasillo del caserío con velas encendidas. La Shele era muy cariñosa, y sin duda de verse mimada en aquel trance, se encontraba alegre y sonriente. Por la mañana murió la pobrecilla.
De noche arrojábase del lecho asegurando que las criaturas nadaban en sangre, degolladas por un asesino invisible. Si tosían, era que se ahogaban; si comían mal, era que les habían envenenado. Una mañana salió precipitadamente, con mantón y pañuelo a la cabeza, y se fue a los barrios del Sur buscando a Benina, con quien tenía que hablar.
Al día siguiente, por la mañana, lo supo doña Paula, y al comer, en un incidente de la conversación, tuvo habilidad para darle la noticia a su hijo. No creo que esa señora haya ido ayer al teatro. Pues yo lo sé por quien la ha visto. El Magistral se sintió herido, le dolió el amor propio al verse en ridículo por culpa de su amiga.
Vaya, quedaos con Dios decía doña Barbarita, levantándose de la silla a punto que aparecía el principal por la puerta de la trastienda, y saludaba con mil afectos a su parroquiana, quitándose la gorra de seda. Vamos pasando hijo... ¡Ay, que ladronicio el de esta casa!... No vuelvo a entrar más aquí... Abur, abur. Hasta mañana, señora.
»Este intrépido cazador, el Nemrod de la partida, era un joven de veinticuatro a veinticinco años, de cabellos y bigotes rojos, cuyas facciones, de expresión dura y altanera, hubieran sido regulares si no hubieran estado surcadas por una enorme herida que se había hecho con la rama de un árbol. »¡Por los jabalíes de estos dominios repitió, y por el que he muerto esta mañana!
Como el medio día vence al albor de la mañana, tu beldad de hoy vence a la beldad con que hace quince años resplandeciste en Atenas. No dudo que tu alma se habrá mejorado y hermoseado también. ASCLEPIGENIA. No lo dudes. También mi alma se ha mejorado y hermoseado. PROCLO. Sea mil veces enhorabuena. ¿Y de quién es tu alma? ASCLEPIGENIA. En su unidad es del Uno.
Vamos, dime lo que quieres almorzar. ¿Te quedarás aquí hasta mañana? ¿Tienes alguna herida, contusión o rasguño, para curártelo en seguida? Si quieres dormir, ya sabes que junto a mi cuarto hay una alcobita muy linda.
Al fin su tenacidad había vencido la pereza tradicional de las distintas oficinas por las que tuvo que pasar su demanda. Mañana, gentleman, vendrán á afeitarle y á cortarle el pelo. ¿Dónde quiere usted que se realice la operación?... El prisionero prefirió el aire libre. Flimnap dió órdenes para la gran operación del día siguiente, poniendo en movimiento á la servidumbre del gigante.
Palabra del Dia
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