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Mientras fuimos los dueños, mientras ganábamos victoria tras victoria, se nos ponía buena cara; pero a partir de los reveses de Rusia, esto toma mal cariz. ¡Vamos, vamos, Catalina! Su cabeza se va del seguro...; usted lo ve todo negro.

Mendieta pensará ya que le olvido, Por ver que en el Perú ando olvidado; Habiéndole yo mismo prometido Decir aquí cuan mal se ha gobernado. Andaba el sin ventura tan metido, Y en fuego del amor tan abrasado, Que las brasas de amor, y vivo fuego Le tienen convertido en niño ciego.

Mostróse enterada de él por ciertas señales que nunca mienten, y me dijo que «por su parte... cuando juere ocasión de eyu... si a no me paecía mal...». Cabalmente me parecía todo lo contrario; y con esto, y con convenir los tres en que la ocasión de «eyu» podía ser, y sería, después de pasar el rigor de los lutos que llevaban por mi tío, se dio el asunto por terminado como yo deseaba y Pito Salces también.

A muertos y a idos.... ¡Hermano de mi alma, que por ella se ha condenado; que está en los profundos infiernos por culpa de esta mal nacida!...

Si alguna vez miramos adelante y nos comparamos con el extranjero, sea para prepararnos un porvenir mejor que el presente, y para rivalizar en nuestros adelantos con los de nuestros vecinos; sólo en este sentido opondremos nosotros en algunos de nuestros artículos el bien de fuera al mal de dentro.

Todo lo que esta ciencia aflictiva nos enseñase, metiéndonos el corazón en un puño, y llenándonos de miedo y de asco, estaría bien consignado en trataditos científicos, cursos y epítomes; pero en las novelas escritas a menudo por gente que no ha ganado ninguna borla en las Universidades, todo podía salir trabucado, y aunque no saliera, no saldría novela tampoco, sino bodrio de ciencia mal digerida, puesta al alcance de todos, y que sólo interesaría y conmovería, no como las obras de un arte sencillo y sano, sino sobreexcitando nuestros nervios como las pociones y linimentos farmacéuticos, que nos hacen ver visiones espantosas y a las cuales nos aficiona una curiosidad perversa.

Don Jaime Rey de Mallorca, su hermano, tambien le desamparó, dando ayuda y paso por sus estados á sus contrarios, aunque se escusó con las débiles fuerzas de su Reino, desiguales á la defensa y oposicion de tan poderoso enemigo; disculpa con que muchas veces los Príncipes pequeños, encubren lo mal hecho, atribuyendo á la necesidad lo que es ambicion.

Ve a la plaza y merca pan y vino y carne: ¡quebremos el ojo al diablo! Y más, te hago saber, porque te huelgues, que he alquilado otra casa, y en ésta desastrada no hemos de estar más de en cumplimiento el mes. ¡Maldita sea ella y el que en ella puso la primera teja, que con mal en ella entré!

Es que el mal de todas las religiones está en su esencia misma, en que no pueden reverdecer constantemente como el árbol de la vida, reponiendo con hojas verdes las hojas secas y con nuevos retoños los troncos viejos; en que no puedan cambiar y caminar con el progreso del espíritu humano.

¿Y usté cree esos embustes, criatura? ¿No ve que son invensiones de gentes que la quieren mal?... Envidias na más. No; conozco a Juan. ¿Usté cree que esto es lo primero?... El es como es, y no puee ser de otro modo. ¡Mardito ofisio, que paece volver locos a los hombres!