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Actualizado: 12 de mayo de 2025
Dos guardias de la Veterana se le adelantaron preguntándole qué quería. Basilio comprendió que había obrado de ligero, pero ya no podía retroceder. Vengo á ver á mi amigo Makaraig, contestó tranquilamente. Los guardias se miraron. Espérese usted aquí, díjole uno; espere usted á que baje el cabo.
No hemos encontrado billetes... A propósito, tenemos un palco, repuso Makaraig; Basilio no puede venir... vengan ustedes con nosotros. Tadeo no se hizo repetir la invitacion. El novato, temiendo molestar, con la timidez propia de todo indio provinciano, se escusó y no hubo medio de hacerle entrar.
Es muy largo, ¿entiendes? se trata de dirigir una contrapeticion, mejor dicho, una protesta. ¿Entiendes? Makaraig y algunos han solicitado que se abra una academia de castellano, lo cual es una verdadera tontería... ¡Bien, bien! chico, luego será, que ya estan empezando, dijo Plácido tratando de escaparse. ¡Pero si vuestro profesor no lee la lista! Sí, sí, que la lee á veces. ¡Despues, despues!
Como Makaraig no había llegado aun las conjeturas estaban á la orden del día. ¿Qué habrá pasado? ¿Qué ha dispuesto el General? ¿Ha negado el permiso? ¿Triunfó el P. Irene? ¿Triunfó el P. Sibyla? Estas eran las preguntas que se dirigían unos á otros, preguntas cuyas respuestas solo podía dar Makaraig.
¡Noble conducta! dijo Makaraig riendo; en los tiempos de calma, usted nos evita... El cabo preguntó á Basilio por su nombre, y hojeó una lista. ¿Estudiante de Medicina, calle de Anloague? preguntó el cabo. Basilio se mordió los labios. Usted nos ahorra un viaje, añadió el cabo, poniéndole la mano sobre el hombro; ¡dése usted preso! ¿Cómo, yo tambien? Makaraig soltó una carcajada.
Tenía su plan trazado, visitar á sus enfermos, ir despues á la Universidad para enterarse algo de su licenciatura, y verse despues con Makaraig para los gastos que esta le ocasionaría.
Todo pues era júbilo, Pecson mismo se olvidaba de sus pesimismos viendo á la Pepay enseñar sonriendo una cartita; Sandoval y Makaraig se felicitaban mútuamente, solo Isagani permanecía algo frío y apenas se sonreía. ¿Qué le había pasado al joven? Isagani, al entrar en el teatro, vió á Paulita en un palco y á Juanito Pelaez conversando con ella. Púsose pálido y creyó que se equivocaba.
¡Albricias, amigos! ¡Viva la lengua castellana! Una salva de aplausos recibió la noticia; todos se abrazaban, todos tenían los ojos brillantes de lágrimas. Pecson era el único que conservaba su sonrisa de escéptico. El que venía á traer tan buena nueva era Makaraig, el joven que encabezaba el movimiento.
Y si las doctrinas del Evangelio tienen su fondo de verdad, tendrán tambien que responder los millones y millones que no supieron guardar la luz de su inteligencia y la dignidad de su espíritu, ¡como el señor pide cuenta al siervo de los talentos que se dejó cobardemente robar! Era digna de visitarse la casa donde vivía Makaraig.
¡¡El chino Quiroga!! El alcahuete de los... ¡Cállate, hombre! Al fin, prosiguió Makaraig, iban á encarpetar el espediente y dejarlo dormir por meses y meses cuando el P. Irene se acordó de la Comision Superior de Instruccion Primaria y propuso, puesto que se trataba de la enseñanza de la lengua castellana, que el espediente pasara por aquel cuerpo para que dictaminasen sobre él...
Palabra del Dia
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