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Actualizado: 14 de junio de 2025
No, Bertrán trabaja por la mañana, y Jaime no llegará de Viena hasta de aquí a unos días. ¡Y yo que recorría la gran avenida todas las mañanas, en busca de ustedes!... dijo Martholl. ¿A qué hora va usted? Un poco tarde; no soy madrugador, a causa del Club. Se queda uno hasta demasiado tarde.
Por esto se limitaba a escucharle, cuidando de que en sus conversaciones no se deslizara una palabra que revelase su pasado. Sería el primero en pedir su expulsión de la catedral, y él deseaba vivir en ella desconocido y en silencio. Al encontrarse por las mañanas en el claustro los dos hombres, se abordaban con la misma pregunta: ¿Cómo va esa salud? Gabriel se mostraba optimista.
Aún podía comenzar de nuevo la vida, seguido de los suyos. El mundo es grande. Donde su hijo encontrase la existencia, también podría buscarla él. Y Salvatierra volvió algunas mañanas a visitar a su viejo compañero. De pronto, se ausentó.
Había querido, al irse del mundo, morir abrazada á aquellas hortalizas que todas las mañanas llevaba al mercado de Bilbao, con avaricia de aldeana. El señor Juan se sintió más unido á su cuñada y su sobrino. El hijo escribía de tarde en tarde: la ría ofrecía cada vez menos alicientes para él.
Cansado estoy ya de que me digan todas las mañanas en artículos muy graves todo lo felices que seríamos si fuésemos libres, y lo que es preciso hacer para serlo. Tanto valdría decirle a un ciego que no hay cosa como ver. Como a aquellas horas no tengo ganas de volverme a dormir, dejo los periódicos: me rodeo al cuello un echarpe, me introduzco en un surtú, y a la calle.
Anoche te lo iba a decir y se me olvidó... Ya lo sabes... Sé que ayer tarde estuvo aquí otra vez y le dieron chocolate con mojicón. Me lo contó mi hermano Juan, que pasaba por la calle cuando él salía, y hablaron». Fortunata estaba pasmada de aquel exabrupto, y más aún del tono. Por las mañanas, solía estar Maximiliano algo regañón y displicente; pero nunca como aquel día.
A un muchacho, aunque no lo necesite, nunca le viene mal un puñadillo de duros. ¿Ha oído Vd. lo que hemos hablado? ¿Quiere Vd. venir a mi casa unas cuantas mañanas? Sí señor, y haré lo posible por complacerle. Bueno, pues cuento con Vd. ¿Cuándo empezaremos? porque yo lo tengo allí todo revuelto. Cuando Vd. quiera. Mañana mismo. Le espero por la mañana a las once.
La modista sonreía maliciosamente, como diciendo: «Esta ya cayó. Parroquiana tenemos. ¿Quién será el pagano?» Otras dos mañanas pasó Cristeta comprando de tienda en tienda guantes, velitos, menudencias de adorno y pequeñas galas de esas que son complemento de todo traje femenino.
Estoy contenta, porque vamos a ver a mi cuñado; pero al mismo tiempo siento partir, pues si me quedara, iría todas las mañanas a hacer una visita a vuestro padrino... y él me daría noticias vuestras. ¿Queréis escribir a mi hermana, dentro de diez días, una cartita de cuatro líneas, que no os quitará mucho tiempo, diciéndole cómo estáis y que no nos olvidáis?
Por las mañanas iba yo á escucharla detrás de su puerta, como una enamorada que se contenta con la voz mientras espera la presencia del hombre amado.
Palabra del Dia
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