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Sin duda fiaba más en los motines y algaradas que a cada momento había manifesté yo. El catalán, que hacía lo menos cinco minutos que no hablaba y estaba pesaroso, cogió la ocasión por los cabellos para interrumpirnos diciendo con sonrisa entre humilde y petulante: ¡La restaurasión! ¡Je, je! La restaurasión; aquí donde ustedes ma ven, si no es por no sa hase.

Dioles mucha risa y, apartándose, ya estaban juntos hasta ciento. Comenzaron a escarrar y tocar al arma y en las toses y abrir y cerrar de las bocas, vi que se me aparejaban gargajos. En esto, un manchegazo acatarrado hízome alarde de uno terrible, diciendo: -Esto hago. Yo entonces, que me vi perdido, dije: ¡Juro a Dios que ma...!

Asombrole a Miguel el ahínco y la sinceridad con que aquél comenzó noblemente a defenderlos, aunque sin levantar la voz y sin perder un punto de la gravedad que le caracterizaba. Mie usté, D. Luisito, er que y er que meno, tiene su quebranto, y ar mehó ecribano se le cae un borrón.

Así se entró en la taberna, y de un sorbito en otro emborrachóse y quedóse dormido; cuando los del acompañamiento volvieron del entierro y lo hallaron tendido en el suelo, lo llamaron; él, recordando, les dijo: "Mal hora, señores, perdonen sus mercedes, que ma Dios non hay así cosa que tanta sed y sueño poña como sinsaborios."

Cierto que el zafio de Roberto no tardó en quedarse sin blanca, gracias á una mozuela francesa, linda como una perla y más lista que una ardilla. Pero esas son cuentas suyas, y además ¿no se han hecho las doblas para gastarlas, sobre todo en compañía de un buen palmito? ¿Verdad, ma belle?

Disimulando mal su turbación y enojo, me pedía noticias de mi novia con una insistencia y una melosidad tan empachosa que yo no si hubiera preferido las insolencias del malagueño. Vamos, Sanhurho, no disimule uté ... ¿Es tan guapa como Daniel la ha pintao? Señora, ya le digo a usted que no ha sido más que una broma para divertirse un poco a mi costa.

Cuando Minghetti se declaró también torpe de memoria, Serafina dijo: ¡Oh, qué hombres estos! No recordáis... ¡Ma... la Parini... la Parini!... ¡Oh, ! ¡La trágica, la gran trágica de Firenze! ¡Exacto, exacto; un espejo! Así exclamó Mochi, que se guardó de decir que no encontraba la semejanza. Minghetti, que jamás había visto a la Parini, gritó: ¡Oh, , en efecto!

Dipoi di visitar a V. S. Ill.^ma, et renderle gratie de li molti, et continui fauori che mi , et ralegrarmi de la confirmacione di Paris, et de la altre noue. Voleua dar conto a V. S. Ill.^ma di tre cose, che ho intesso. Le due non di tanta consideratione, pero la Terza, di molta, al manco degna di saperla il nro. Re, et e, certissima, et saputa in gran secreto.

Al fin, pensando en ella y bajo la influencia de la sangría, del calor del brasero y de la soledad, se quedó dormido. DE CÓMO ENTRE UNOS Y OTROS NO DEJARON PARAR EN TODA LA MA

Entonces, adivinando instintivamente que la mujer lo había traicionado, tomó el trabuco por el cañón y lo dejó caer pesadamente sobre la infeliz, que se desplomó con el cráneo destrozado. MA