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Actualizado: 7 de mayo de 2025
Si en su lugarejo no encontró amparo, en las ciudades le faltó protección. Nadie le dio enseñanza, ni le dejó tiempo de adquirirla. Su instinto le decía «estudia»; la necesidad le respondía «gana». Cualquier aprendizaje le hubiera mermado el pan y el sueño.
Tal es la excelencia de las buenas acciones, que a veces el favor que se hace en obsequio de uno redunda en provecho de muchos, y así sucedió en este caso, porque cuando su clientela adinerada y elegante de Madrid supo que Ruiloz iba aquel año de médico a Saludes, allá se fueron tras él muchas familias de la corte; unas por tener cerca a su doctor favorito, y otras esperanzadas en que, no hallándose tan cargado de trabajo, podrían consultarle más despacio, con lo cual acudió tanta gente, que todo el verano fue agosto para el humilde lugarejo.
De lejos. De lejos y de cerca tiene muy poco que ver. Exacto dijo Neluco ; pero en ese lugarejo hay una casa solariega... la de los Gómez de Pomar, sangre de rancio abolengo que corre también por las venas de usted.
Se acordó que la carta se rompiese sin hacer caso de ella, mediante convenir así á la grandeza y autoridad de la ciudad por parte de «un lugarejo corto y de gente tan ignorante y bruta que se podía creer con propiedad, ignoraría el modo de hablar á sus superiores y porque no se desvaneciese si la ciudad reparase en su necedad y que así se le avisase á sus almoxarifes para que así lo tuviesen entendido.»
Porque todos aquellos señores eran huéspedes míos, avisados con esta condición, y aun sin ella... y aun sin aviso ninguno. Bastaba la costumbre para autorizarlo; y el ser amigos de la casa mortuoria en un lugarejo tan desmantelado como aquél, para justificar la costumbre.
«¡Lugarejo, dos minutos!» gritó una voz rápida y ronca. Don Víctor asomó la cabeza por la ventanilla. La estación, triste cabaña muy pintada de chocolate y muerta de frío, estaba al alcance de su mano o poco más distante. Sobre la puerta, asomada a una ventana una mujer rubia, como de treinta años, daba de mamar a un niño. «Es la mujer del jefe. Viven en este desierto.
En tiempo de los Jesuitas se subia por el rio Sara ó rio Grande hasta el lugarejo de Payla, situado al este de Santa-Cruz; pero este camino, que obligaba á los viageros á dar una vuelta considerable, siendo al mismo tiempo no poco peligroso en tiempo de crecientes por causa de las avenidas que ocultan enteramente el álveo del rio, ha sido abandonado, harán como cincuenta años, para dirigirse mas bien por el Piray, el cual, aunque mucho mas angosto que el rio Grande, es ménos propenso á las crecientes devastadoras; razon por la que se le prefiere aun á pesar de los saltos que suele tener en tiempo de seca.
En todo el mundo no hay nada más que un Mistral, el que sorprendí yo el domingo último en su lugarejo, con el sombrero de fieltro de alas anchas en la oreja, sin chaleco, de chaquetón, con su roja faja catalana oprimiéndole los riñones, brillantes los ojos, con el fuego de la inspiración en las mejillas, hermoso con su dulce sonrisa, elegante como un pastor griego, y caminando ligero, con las manos en los bolsillos componiendo versos.
Señalando al pueblo y luego a la torre y sus accesorias, y deteniendo al mismo tiempo su caballo, me dijo Neluco: Aquel lugarejo es Provedaño, y aquí está el fin de nuestra jornada de hoy. Después tendió la vista por el esplendente panorama del valle, y fue dándome sobre él todas las noticias que me había dado Chisco, y otras muchas más.
Palabra del Dia
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