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Actualizado: 25 de junio de 2025


El efecto que hacía en nuestros cuerpos era el de una llamarada que los azotaba por todos lados: la cara se nos abrasaba como cuando nos asomamos a un horno encendido, y deshechos en sudor, nuestros cuerpos hervían, descomponiéndose la economía entera, desde el instante en que fuertes excitaciones del espíritu dejaban de sostenerla.

Huiré antes que termine la primavera; iré no dónde, volveré al mundo, a cantar, donde no encuentre hombres como usted, y el tiempo y la ausencia se encargarán de curarle. Leonora se estremeció al ver la llamarada de salvaje pasión que pasó por los ojos de Rafael.

Mucho antes de llegar á lo que fué Carrera Larga ya se divisaba un vivo resplandor que á medida que el convoy se iba aproximando, se convertía en enorme llamarada. Se detuvo el tren y desde el vagón en que viajaba se percibía fuerte calor producido por el incendio de la estación que aun se encontraba ardiendo.

Los horrores de la guerra habían pasado sobre este organismo como una llamarada que seca cuanto toca, lo apergamina, y acaba convirtiéndolo en polvo. Parecía una momia, tostada por el resplandor de los incendios, estremecida por las lágrimas y los quejidos de millares de seres. «¡Lo que esos oídos habrán escuchado!», se dijo Miguel.

Entonces leímos juntas las cartas, una tras otra, y, en cada una de ellas, en cada una de las frases sencillas y desmañadas, aparecía el corazón afectuoso de Roberto, su corazón de oro; arrojaba en nuestras almas abrumadas por el dolor una llamarada ardiente que nos consolaba y nos devolvía la alegría.

, vivía, vivía siempre. Su seno se levantaba y se bajaba bajo la acción de una respiración corta y precipitada. Parecía más viva que nunca. Y, de repente, vi una llamarada que pasó ante mis ojos y creí leer, enfrente, en la pared, estas palabras: ¡Oh, si ella muriera! , era eso, esas eran las palabras. ¡Oh, si ella muriera! ¡Oh, si ella muriera!

La llamarada era espléndida, el perfume riquísimo, y las sombras que proyectaban los arboles hadan juego con la luz de un modo admirable.

Resultaba tan inaudito para Canterac que un simple contratista se atreviese á insultarle allí mismo, en el costoso parque inventado por él, que permaneció algunos momentos sin poder hablar. Luego, su cólera de hombre autoritario estalló con fría llamarada. ¿Con qué derecho me habla usted?... Debí abstenerme de invitar á un emigrante sin educación, que ha hecho su dinero nadie sabe cómo.

A la humosa llamarada de las antorchas, Ramiro pudo reconocer, en medio de aquel golpe de gente, la enhiesta facha de Bracamonte. Nueva exclamación estalló: ¡Viva don Diego! Los pasos de la turba resonaban sobre las losas de modo acompasado y solemne. Son algunos vecinos que vienen acompañando a don Diego de Bracamonte exclamó Ramiro en voz alta, volviendo el rostro hacia el concurso.

Y a pesar de la tristeza con que dijo estas palabras, algo de su antigua coquetería de artista festejada y admirada por la muchedumbre se mostró a través de su sonrisa, rejuveneciéndola con llamarada fugaz. «¡Qué gran mujer debe haber sido! pensó Fernando ¡Y qué desgracia la suyaMientras se alejaba, llevando de la mano a su hijo, él la siguió con ojos de conmiseración.

Palabra del Dia

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