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Actualizado: 15 de junio de 2025
Sus lágrimas fueron jugo del alma, esencia del dolor, La calma de su hogar era ya como cristal roto y, junto a esta dicha perdida, hasta el amor de Paz le pareció una felicidad mezquina. Las Hijas de la Salve eran unas monjas que a fuerza de pedir limosnas y aceptar herencias consiguieron edificar un buen convento en las cercanías de Madrid, fuera de la puerta de Fuencarral.
Sin contar lo que he dado en limosnas, pues esto bien empleado está, llevo gastado un dineral en propinas y en pagar, triple de lo que valían, regalos que estas gentes dieron en hacerme cuando corrió la voz de mi largueza.
Colocóse en cierta ocasión en la puerta de un templo una mesa con la indispensable bandeja para que los fieles oblasen limosnas. Llegó su excelencia y el virrey echó un par de peluconas, y los oidores, y damas, y cabildantes, y gente de alto coturno hicieron resonar la metálica bandeja con una onza o un escudo por lo menos. Tal era la costumbre o la moda.
Lisonjeada además y avergonzada de los ricos presentes que él le había hecho, quiso también hacerle uno, y entregó a su marido 30.000 reales que había ahorrado, a pesar de las muchas limosnas y obras de caridad que hacía.
Decía el pobre hombre que se sabía de memoria los pecados de la Regenta y la interrumpía siempre con su eterno: 'Bien, bien, adelante: ¿qué más? adelante... reza tres Padrenuestros, una Salve y reparte limosnas'. ¡Qué hombre tan raro! ¿Cuándo le había hablado don Cayetano de si tenía ella este o el otro temperamento?
¿Cuánto es esto? dijo Miguel a un mozo, llevando la mano al bolsillo. El dueño del café, que había oído la pregunta, se apresuró a decirle, sujetándole el brazo: Caballero, yo no cobro las limosnas. Miguel no insistió. Dios se lo pagará a V., D. Ramón le dijo Hojeda apretándole efusivamente la mano.
Y nada de peticiones ordenadas ni de aumentos de jornal, ni de limosnas. ¡Fuera los cataplasmeros! A cada cual lo que le corresponde, y al que se oponga, ¡dinamita... roño! ¡dinamita! Aresti se alejó para que no le viese aquel energúmeno, que parecía enardecido por la sangre de la reciente lucha.
¡Caramelos! exclamó Trujillo dando una palmada sobre el libro . Algo habrá, porque su poco de consumo hacen ustedes, y para ese consumo alguna cantidad, corta o larga, chica o grande, han de tener. Y lo que usted saca de las limosnas, ¿por qué no ha de anotarse? Vamos a ver, ¿por qué no ha de anotarse?». Benina le miró entre colérica y compadecida.
«Lunes 20 de enero de 1642, fue dia del glorioso San Sebastian y este dia estubo toda la ciudad cercada de agua y anegados todos los arrabales desta ciudad y triana estubo anegada toda y se cayeron algunos edificios y el Cabildo desta Santa Iglesia hizo muchas limosnas y algunas personas, Dios se lo pague, y el rio se llevó la puente» .
En medio de todo ese barullo, yo gozaría extremadamente en repartir muchas limosnas; iría yo en busca de los pobres más desamparados, para socorrerles y... En fin, que yo no quiero que haya pobres... ¿Verdad, Frasquito, que no debe haberlos? Ciertamente, señora. Usted es un ángel, y con la varilla mágica de su bondad hará desaparecer todas las miserias.
Palabra del Dia
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